La presión en las filas del Partido Demócrata y las dudas acerca de su capacidad para continuar en la carrera presidencial han surtido efecto. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha abandonado su candidatura a la reelección tras semanas de incertidumbre. Después de las elecciones de noviembre, el mandatario se despedirá de un cargo que ocupa desde el 2020, cuando se alzó con la victoria frente a un Donald Trump que volverá a intentarlo en los próximos comicios, y al que el líder demócrata esta vez no parecía poder hacer frente. 

Biden llegó a la Casa Blanca en plena pandemia de Covid-19 y heredó un país dividido y polarizado que arrancaba el 2021 con el asalto al Capitolio perpetrado por seguidores de Trump entre denuncias falsas de amaño electoral. En su toma de posesión, hizo un llamamiento a la unidad para superar lo que definió como un «oscuro invierno» y se comprometió a vencer las «crisis en cascada» que atravesaba el país. En RTVE.es hacemos balance de sus cuatro años en el Ejecutivo, marcados por el impacto del coronavirus y por los nuevos conflictos armados que han condicionado la política exterior estadounidense. 

La pandemia y la gestión de una economía en horas bajas

En sus primeros meses en el cargo, Biden cumplió con su promesa de vacunar a 100 millones de personas en sus primeros 100 días como presidente (aunque después fueron otros muchos los que no quisieron ponerse la inyección) e impulsó el uso de la mascarilla, un elemento del que Trump renegó repetidamente. El virus había dejado por aquel entonces más de 400.000 muertes y la economía estadounidense estaba en horas bajas.

La tardía reacción de Trump, que se burló en repetidas ocasiones de la enfermedad, no ayudó a menguar la enorme crisis económica y sanitaria que enfrentaba la mayor potencia del mundo y contribuyó a la derrota del exmandatario republicano en las elecciones. 

Durante la pandemia, la tasa de desempleo se disparó hasta acercarse al 15%, una cifra que se ha reducido durante la era Biden hasta situarse por debajo del 4%, en niveles pre-Covid. Biden impulsó un plan de estímulo económico por valor de 1,9 billones de dólares (1,67 billones de euros) para paliar la devastación económica causada por el impacto del virus, que incluía un refuerzo de los subsidios por desempleo y más ayudas para las familias con menos recursos. 

El demócrata ha insistido en que la economía del país va bien. Sin embargo, pese a que los datos reflejan un crecimiento, los ciudadanos no perciben la mejora en sus bolsillos. Uno de los motivos es la alta inflación, que en estos cuatro años ha alcanzado niveles históricos, con el pico en junio de 2022, cuando se situó en el 9,1%. A lo largo de 2024 se ha mantenido por debajo del 4%, todavía por encima de los niveles en lo que solía moverse antes de la pandemia. 

Ucrania y Gaza, una política exterior marcada por la guerra

Cuando Biden se convirtió en presidente dirigió sus esfuerzos a recuperar algunas relaciones diplomáticas con países socios que habían atravesado tiempos de tensión bajo la Administración Trump. Sin embargo, fue el punto y final a la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán la decisión que marcó su primera etapa al frente del Ejecutivo. Tras dos décadas en el territorio, y como ya ocurrió con el conflicto de Vietnam, la caótica y precipitada retirada y el regreso de los talibanes al poder alimentó la impresión de que esa larga guerra tampoco había valido la pena.

A comienzos del 2022, la tensión entre Rusia y Ucrania empezó a marcar la actualidad internacional y, con el inicio de la guerra, el 24 de febrero, Washington adoptó un papel hegemónico frente a la ofensiva perpetrada por Moscú, que acaparó la política exterior estadounidense. EE.UU. prometió mantener un «apoyo inquebrantable» a Kiev y no tardó en convertirse en el principal socio militar y el mayor contribuyente a la causa ucraniana, superando ya los 61.000 millones de dólares en ayudas.

Tras 20 meses de conflicto armado en Europa, una nueva guerra irrumpió de lleno en el panorama internacional. El sangriento ataque de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023 desencadenó una dura ofensiva israelí en Gaza en la que ya han muerto más de 38.000 personas, y puso de manifiesto la férrea alianza entre Tel Aviv y Washington. El decidido apoyo a Israel provocó el desencanto de distintos sectores de la sociedad estadounidense y despertó una oleada de manifestaciones estudiantiles que hacían peligrar el voto de los jóvenes, un grupo de edad que fue crucial para la victoria de Biden.

Ambos conflictos han puesto de manifiesto divisiones en el seno del Partido Demócrata y discrepancias con la oposición. En abril, la Cámara de Representantes aprobó un multimillonario paquete de ayudas a Ucrania, Israel y Taiwán tras meses de paralización en la Cámara. Por un lado, sectores del republicanismo más radical consideraban que EE.UU. no se podía permitir seguir financiando a Kiev ante la creciente deuda nacional; por otro, algunos demócratas manifestaron su oposición por incluir una partida para Tel Aviv, mostrando su desacuerdo con la operación militar israelí en Gaza.

La gestión de la cuestión migratoria tras la mano dura de Trump 

Biden llegó a la Presidencia con la promesa de revertir la dura política migratoria de Trump. El muro que el presidente republicano prometió levantar en la frontera con México no se materializó más allá de los 500 kilómetros construidos de los más de 3.000 que separan a EE.UU. de su país vecino. Sin embargo, el exmandatario sí que impuso una férrea barrera burocrática a través de distintas políticas y reglamentos, que incluyeron el veto a la entrada de ciudadanos de ciertos países.

Durante su estancia en la Casa Blanca, el líder demócrata ha llevado a cabo reformas destacables para contrarrestar la «política de tolerancia cero» de su predecesor, pero también ha sido durante su administración cuando el país ha registrado flujos históricos de llegadas irregulares en la frontera sur. Entre otras cuestiones, Biden puso fin al programa de protocolos de protección conocidos como el programa «Quédate en México», muy criticado por organizaciones de defensa de migrantes.

El dirigente, sin embargo, mantuvo mucho más de lo esperado el polémico Título 42, una medida impulsada por Trump para restringir las llegadas ilegales durante la pandemia que aceleraba la burocracia y permitía devoluciones en caliente al negar el derecho al asilo. Desde marzo de 2020 al mismo mes del año siguiente, cuando se derogó, fueron expulsados más de 2,8 millones de personas. Su fin trajo consigo un aumento progresivo del número de llegadas: solo en 2023, 2,5 millones de personas cruzaron de manera irregular la frontera sur.

El líder demócrata ha utilizado una retórica mucho más laxa que la de Trump, pero no ha logrado acabar con el colapso del sistema migratorio, que acumula más de dos millones de solicitudes de asilo retrasadas, según datos del Instituto de Política Migratoria, la mayoría de ellas de personas procedentes de Venezuela, Cuba, Colombia, Nicaragua y Haití. Asimismo, un informe publicado en 2023 por la Asociación Americana de Abogados de Inmigración arroja que los elevados tiempos de espera, que dejan a los solicitantes en un limbo legal, han aumentando en los últimos años hasta los seis años.

En junio, el presidente firmó su medida migratoria más dura, una orden ejecutiva por la que podrá cerrar de manera temporal la frontera entre EE.UU. y México a los inmigrantes irregulares que soliciten asilo si aumenta el número de detenciones por cruces ilegales. El protocolo se activará cuando las llegadas superen las 2.500 diarias durante una semana.

Un mandato bajo la incógnita de la reelección

La incógnita sobre la reelección de Biden ha sobrevolado a lo largo de su mandato. Como recordó esta semana en una entrevista a BET News, cuando tomó posesión, dijo que sería un candidato de transición y que en 2024 entregaría el testigo a un nuevo líder. Su vicepresidenta, Kamala Harris, que competió contra él en las primarias, era para muchos el futuro relevo del dirigente. Sin embargo, aunque para entonces ya había protagonizado algunos de sus más sonados lapsus, el líder demócrata confirmó en abril del año pasado que se presentaba a la reelección.

«No anticipé que las cosas se volverían tan divididas», aseguró el miércoles el presidente, cuando aún defendía con uñas y dientes su candidatura. Argumentó que la edad (tiene 81 años) le había traído sabiduría y que conocía la manera de «lograr cosas para el país». «No quiero dejarlo», dijo, e insistió en que solo renunciaría si le detectaban una enfermedad.

Sin embargo, mientras intentaba esquivar las críticas y los cuestionamientos sobre su edad, que empezaron a aumentar tras su actuación en el cara a cara electoral con Trump, la presión crecía en las filas de su formación ante el temor a una derrota frente a un adversario que había reaparecido fortalecido por el intento de asesinato que sufrió el domingo. La última encuesta de Ipsos, de hace una semana, mostraba que el 67% de los estadounidenses creían que el líder demócrata debía hacerse a un lado y dejar que otra persona afrontara la carrera presidencial.

Tanto Biden como Trump superan la barrera de la esperanza de vida media en los Estados Unidos (77,4 años), sin embargo, según un sondeo publicado en febrero por la mencionada encuestadora, la población estadounidense considera al candidato republicano mucho más capaz de ponerse al frente del país. El 53% de los encuestados cree que ambos son demasiado mayores para ser presidentes, aunque un 28% considera que solo Biden es demasiado mayor. Además, el 42% sí que cree que el candidato republicano tiene la agudeza mental necesaria para servir como presidente, mientras que solo el 23% opinaba lo mismo de Biden.