Los saludos con el codo, las mascarillas, vivir el presente, buscar casas con terraza, el tardeo. La nueva normalidad que instauró la pandemia nos obligó a cambiar nuestros hábitos sociales, el ocio y la forma de relacionarnos. Poco a poco se recuperó, pero algunas cosas se quedaron para siempre.

Estábamos en plena pandemia cuando entrevistamos a Laura y sus amigas por videollamada. La movilidad era complicada todavía. Queríamos contar en un reportaje cómo el covid-19 había impactado en el ocio de los más jóvenes y, como regulador de emociones, también en su estado de ánimo.

Laura y sus amigas nos contaban que estaban en un bar, a diez minutos de salir corriendo a casa por el toque de queda. Era un viernes por la noche, e ir a una terraza se había convertido en el único plan. Tampoco podían sentarse más de cuatro amigos en la misma mesa, algo impensable antes. Tenían entre 18 y 20 años. 

También por videollamada, desde casa de unas amigas, entrevistamos a Alex, que tenía 20 años. Aparte de pequeñas reuniones con dos o tres amigos, no hacía más que jugar en línea a videojuegos. Ya no podían quedar para tocar música y algunos tenían miedo a contagiar, así que habían descubierto esa forma de ocio a través de la pantalla. Pasaba demasiado tiempo en casa. Como Laura, 21 años, frustrada por la falta de contacto. Decía que se sentía en una burbuja y que en la nueva normalidad todos los jóvenes estaban muy mal, aguantando la presión de quienes les culpaban de no cumplir con las restricciones.

Así ha cambiado el ocio entre los jóvenes por la pandemia: más diurno y más digital

Cinco años después de la pandemia, les hemos entrevistado de nuevo y esta vez en persona.

El covid-19, ¿un recuerdo lejano?

¿Recuerdas aquellos días o han quedado muy lejos? Todos coinciden en que sienten aquellos días como algo muy lejano. “Lo tengo muy difuso y ya prácticamente no me acuerdo de cómo cambiaron los planes”, explica Laura García. Rodeada de sus amigas, pero ahora sin mascarilla y sin hora para volver a casa.

Toda la etapa covid la recuerdo como una semana rara, no tengo un recuerdo nítido de la experiencia

“Fue un parón en mi vida, tiempo muerto, desapareció, no lo recuerdo para nada”. Así es como lo recuerda Alejandro Cano. “Es como una especie de vacío, ni iba a sitios, ni a festivales, ni progresaba como persona. Me afectó bastante en esos momentos tener que frenar todo y parar, me generó mucha ansiedad, estaba acostumbrado a otro ritmo de vida. Luego la vuelta a la normalidad me generó también ansiedad. Fue un cambio difícil”.

Cinco años después, volvemos a hablar con el mismo grupo de jóvenes que TVE entrevistó en marzo de 2021 RTVE

Laura Ibáñez lo vive de manera similar. “Tengo la sensación de que ha pasado tanto tiempo que ni lo recuerdo. Para mí es como si hubiera sido una semana y esa semana hubiera pasado hace 20 años. Esa es la sensación que tengo. No la recuerdo vívidamente, igual que recuerdo, por ejemplo, con 19 años cuando fui a mi primer festival de música. Toda la etapa covid-19 la recuerdo como una semana rara, no tengo un recuerdo nítido de la experiencia, como si estás enfermo en casa y te quedas toda la semana. No tengo recuerdos nítidos de la experiencia. Me parece que han pasado siglos desde entonces.

Besos nada, abrazos nada. Aquí lo que solemos hacer es chocar el puño y yo lo mantengo

Cuando meten la mano en un abrigo y sale una mascarilla, por ejemplo, les viene la imagen de todos aquellos cambios. Algunos se han acabado incorporando, como “la higiene, lavarte más las manos”, dice Victoria, “cuando hay mucha gente igual te acuerdas más”. “Estás en una discoteca y escuchas a alguien toser y te echa para atrás más que antes”, explica Laura García. También le pasa a Laura Ibáñez, “si alguien tose en el metro ya estoy todo el viaje tensa diciendo ‘es que este es un espacio muy cerrado’, ‘es que hay mucha gente’, ‘es que no sé qué’. Y eso yo antes no lo pensaba jamás”. “Besos nada, abrazos nada. Aquí lo que solemos hacer es chocar el puño y yo lo mantengo. Ahora mismo soy adicta a chocar el puño”. Alejandro piensa que antes “era más difícil hacer amigos”. “Ahora es más fácil, ya no te tienes que saludar con el codo”.

Añoraban sentarse en la misma mesa a tomar algo sin pensar en el número de personas, volver a tocar la guitarra con sus amigos, Alejandro dejó la música por la pandemia, era imposible juntarse a ensayar. Laura es mucho más activa y deportista. La escalada es su nueva forma de hacer ejercicio y socializar. Todos coinciden en que sienten como si les hubieran robado unos años fundamentales, de los 18 a los 20 años. Perdieron graduaciones, viajes, el inicio de la universidad, sus hábitos de ocio.

Victoria aún se sorprende cuando piensa en su último día de clase. “Mi último día de colegio para siempre, cerrar una pantalla y que eso fuese, ya está y ya está. Había acabado bachillerato”.

Lo que más se ha quedado es el tardeo. Salir antes, pasar más tardes de terraza y menos noches de discoteca. Ahora disfrutan más del tiempo al aire libre.

Y si llegará otra pandemia …

¿Imagináis otra pandemia? La cara lo dice todo. No quieren ni pensarlo. Costó mucho volver a lo de antes, fue progresivo. La normalidad dejó de ser nueva y volvió a ser simplemente normal cuando volvieron a sentirse libres de restricciones y retomar los planes tantas veces pospuestos con sus amigos.

¿En qué momento sentisteis que había acabado todo? Laura García y sus amigas viajando con el interrail: “Lo fuimos aplazando, en 2020 y en 2021 seguía habiendo restricciones y dijimos bueno, nos vamos en 2022 o no nos vamos a ir nunca. Y nos fuimos. Era el viaje que teníamos pendiente desde el bachillerato”. “Nos supo mejor porque llevábamos un montón de tiempo esperándolo. Y es verdad que ahí ya sí que notamos que las restricciones ya no existían para nosotras. Bueno, yo no cogí el covid-19 en Praga, pero el resto sí. Salíamos a las discotecas y hacíamos de todo. Fue como recuperar la vida normal. El punto de inflexión en el que volvimos a salir, como antes».

Alejandro Cano, tiene 25 años RTVE

Alejandro, cuando pudo ir al primer festival: «Tanta gente en un espacio, aunque fuera al aire libre, era impensable, eso me hizo darme cuenta de que ya, ¡fin de la pandemia!».

“Valió la pena por darme cuenta también de que hay que tener ganas por vivir y por estar en la calle, por estar fuera y por crear más relaciones personales. Y no puedes vivir en un mundo tecnológico donde todo el mundo está aislado porque no es sano, no eres feliz a través de una pantalla. Eres infeliz. Es tristeza”. Es la conclusión que saca Laura Ibáñez, lo que aprendió en esos días de confinamiento y pantallas. “Bueno, he aprendido a manejar la ansiedad y los cambios repentinos porque de la noche a la mañana se ha comprobado que puede cambiar todo”, concluye Alex.