Hace cinco años el mundo se paralizó, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el Covid-19 pandemia mundial. Fue la llamada de atención necesaria en todo el planeta para prestar atención al agravamiento del brote, del que se venía informando desde finales de 2019.
En Europa, los ciudadanos pasaron de escuchar por primera vez noticias sobre un virus procedente de China a ver en televisión imágenes de camiones militares circulando por las calles de la ciudad italiana de Bérgamo, convertida en la zona cero de Europa. Se llamó al ejército para que ayudara con el enorme número de víctimas en Bérgamo y la provincia del mismo nombre, donde murieron 6.000 personas en un mes, un salto asombroso respecto a las 2.000 muertes que se registraban habitualmente. Cinco años después, el dolor sigue vivo en la región, informa Arte.
Poco después de este brote, cifras y estadísticas similares se hicieron realidad en la mayoría de los países europeos. Tras un mes desde que se declarase oficialmente la pandemia, los hospitales estaban desbordados y los gobiernos luchaban por responder a la emergencia.
Europa empezó a ver nuevos epicentros de la pandemia, entre ellos España, que el 2 de abril de 2020 declaró 100.000 casos y 10.000 muertes, con 950 fallecidos en un solo día. «Nos pilló a todos, en general, desarmados», contaba a RTVE Pedro Gullón, actual director general de Salud Pública y Equidad en Salud. Admitía que, en retrospectiva, el impacto de la primera oleada podría haberse mitigado, pero que «nadie podría haberlo evitado«.
El hospital de campaña de IFEMA en Madrid el 3 de abril de 2020 PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP
Medidas duras y lecciones duras
Palabras relacionadas con la pandemia como «antígenos», «PCR», «ARN mensajero», «inmunidad de rebaño» o «toque de queda» se convirtieron en habituales en las conversaciones de la gente. Mientras tanto, los repetidos confinamientos, rastreos y medidas de aislamiento, provocaron un creciente cansancio, que desencadenó protestas.
En Bélgica, las manifestaciones contra las medidas preventivas COVID-19 se volvieron violentas en 2021, como recuerda RTBF. Según el ministro belga de Sanidad, Frank Vandenbroucke, la primera oleada de COVID-19 —a la que pronto siguieron otras y diferentes variantes del virus— fue también una oportunidad para aprender lecciones para el futuro: «El cierre total del sistema escolar, incluidos los servicios de apoyo, los centros psicológico-médicos, etc., fue demasiado. El cierre total de todo un sistema de apoyo (…) que es lo que hizo el gobierno al principio probablemente no fue la estrategia correcta, pero aprendimos de ello«, asegura a RTBF.
De todas las medidas adoptadas, el cierre de escuelas parece haber sido una de las más duras y sus efectos siguen evaluándose cinco años después.
Por ejemplo, en Chequia. Cuando la pandemia obligó a la educación online, la brusca pérdida de contacto en persona y el aislamiento que siguió contribuyeron a un fuerte aumento de los problemas de salud mental entre los niños.
Una señal preocupante fue el aumento de los comportamientos autolesivos, sobre todo entre las adolescentes, según la cadena CT. En ese periodo, muchas recurrieron a las redes sociales en busca de apoyo y conexión. Václav Havelka, director de la escuela primaria Chmelnice, en Praga, señala que fue durante el periodo de la enseñanza a distancia cuando muchos alumnos se volvieron cada vez más dependientes de las plataformas en línea.
Una estudiante trabaja desde casa en el este de Alemania en enero de 2021 JENS SCHLUETER / AFP
En Portugal, los alumnos recuerdan el encierro como un momento difícil. Lucas, de 18 años, asegura que tuvo un impacto en su concentración. «Me desanimaron un poco las clases a distacia, porque era muy fácil estar haciendo otra cosa mientras en una clase online nadie tenía el control. Y cuando llegué al décimo curso, presencial, me di cuenta de que me faltaban algunas cosas básicas». Teresa, que tenía ocho años cuando la pandemia, recuerda: «Creo que tuvo un impacto en mi infancia, porque la pasé en casa», cuenta a RTP.
Mientras que el aislamiento prolongado dejó cicatrices en la generación más joven, los ancianos en las residencias fueron los primeros en llevarse la peor parte de la oleada de COVID-19. «Convertimos nuestro centro de cuidados paliativos en una unidad de COVID-19», explica a RTBF Steve Doyen, director de una residencia de la región de Bruselas. Como a veces se producían varios fallecimientos en una misma noche, «las enfermeras de noche no sabían qué hacer y pidieron ayuda. Incluso las funerarias estaban desbordadas«, aclara. Christie Morreale, exministra de Sanidad valona, veía llegar a su mesa todos los días la cifra de muertos. «El momento probablemente más doloroso«, recuerda, «fue el balance. Y esa columna con el número de muertos».
Cambios visibles, dudas persistentes
Si bien algunos efectos de la pandemia —hábitos generalizados de teletrabajo, mayor concienciación sobre la salud mental, campañas de vacunación en toda la población o el impacto del covid persistente— siguen siendo tangibles en las sociedades de toda Europa, los expertos están divididos sobre cuánto han aprendido los ciudadanos y las instituciones de la pandemia.
Inés Calzada, socióloga de la Universidad Complutense de Madrid especializada en el estudio del Estado del bienestar, señala a RTVE que la pandemia fue una llamada de atención sobre la «necesidad del Estado: la gente entendió de forma muy inmediata cómo esta institución te puede proteger». Daniel La Parra, catedrático de Sociología de la Salud de la Universidad de Alicante, defiende que «la salud se convirtió en algo tan central que, en una sociedad puramente capitalista, llegó a parar la actividad económica«. Añade que la crisis probablemente provocó «un aumento de la demanda» de servicios sanitarios desde entonces.
Una persona pasea con bolsas de la compra junto a un cartel que pide permanecer en casa en Londres, en 2021 Tolga Akmen / AFP
La pandemia también puso de manifiesto las vulnerabilidades de los sistemas sanitarios europeos. Pero, cinco años después, algunos sostienen que los gobiernos han hecho poco por solucionarlas. En Letonia, el infectólogo Uga Dumpis insiste en que los hospitales han permanecido prácticamente sin cambios desde la crisis.
«Los hospitales occidentales se construyen ahora con salas de una sola cama (para tratar enfermedades infecciosas), mientras que nosotros seguimos considerando normal tener de cuatro a cinco pacientes en una sala», cuenta a la televisión letona LSM. «Teniendo en cuenta tanto la gripe como otras infecciones, debemos entender que también necesitamos la infraestructura de habitaciones individuales».
«El mayor riesgo pospandémico de estos cinco años es en realidad el olvido«, señala a RTP Fernando Almeida, presidente del Instituto Nacional de Salud portugués. «Y no debemos olvidarlo. El SARS-CoV-2 (COVID-19) ya puede tratarse como un virus respiratorio más en circulación, pero esto podría cambiar; la atención del mundo ya se está centrando en [la nueva cepa de] H5N1, una nueva amenaza con potencial pandémico«.
Último impulso para un acuerdo global contra las pandemias
En enero de 2025, a la pregunta de si el mundo está ahora mejor preparado para la próxima pandemia, el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, respondió: «Sí y no», según recogió AFP. Aunque reconoció que siguen existiendo muchas de las mismas debilidades y vulnerabilidades, «el mundo también ha aprendido muchas de las dolorosas lecciones que nos enseñó la pandemia y ha dado pasos significativos para reforzar sus defensas».
«Hay muchas cosas que han mejorado gracias a la pandemia de gripe (H1N1) de 2009, pero también gracias al covid», afirmó Maria Van Kerkhove, directora de preparación y prevención de epidemias y pandemias de la OMS. Pero advirtió: «Creo que el mundo no está preparado para otro brote masivo o pandemia de enfermedad infecciosa».
En diciembre de 2021, los Estados miembros de la OMS empezaron a redactar un acuerdo mundial para prevenir y responder mejor a las pandemias, un esfuerzo para abordar los profundos fallos expuestos por COVID-19.
Pero quedan por resolver cuestiones clave, en particular el intercambio de información sobre patógenos entre los países y la garantía de un acceso equitativo a las vacunas y los recursos médicos. Con una última sesión de negociación prevista para los próximos días, aumenta la presión para llegar a un consenso a tiempo para la próxima asamblea anual de la OMS en mayo, y para alcanzar un acuerdo que podría definir la forma en que el mundo afronte la próxima pandemia o arriesgarse a revivir los mismos errores mortales.
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Texto: Sara Badilini
Mapa: Luis Garcia Fuster, Martin Sterba
Investigación adicional: Michelle Hough
Subeditor: Kate de Pury (UER)
Traducción y edición para RTVE: Inés Modrón Lecue y Gorka Zubizarreta
Gestión de proyecto: Alexiane Lerouge (EBU)
Ilustración: Ann-Sophie De Steur