La Fiscalía de Perú denuncia al expresidente Vizcarra por presuntas irregularidades en la compra de pruebas covid

La Fiscalía General de Perú ha presentado este martes una denuncia constitucional contra el expresidente Martín Vizcarra (2018-2020) por colusión agravada a raíz de supuestas irregularidades en la compra de pruebas rápidas para diagnosticar la covid-19.

El Ministerio Público ha informado en su cuenta de la red social X que la denuncia ha sido presentada contra el exmandatario, pero también contra la exministra de Economía, María Antonieta Alva, y el extitular de Salud, Víctor Zamora.

Esta denuncia, la única que puede presentarse contra un expresidente por presuntos delitos cometidos durante su mandato, debe ser tramitada en el Parlamento, que decidirá si Vizcarra es procesado en la justicia por el caso.

De acuerdo a la información de la Fiscalía, los hechos están vinculados a la adquisición de 1.400.000 pruebas rápidas a dos personas jurídicas, a través de compra directa.

«Ello debido a la presunta concertación ilegal de los referidos funcionarios con las empresas», a partir de una reunión realizada el 18 de marzo de 2020 en el Ministerio de Economía y Finanzas.

Vizcarra había anunciado restricciones a la movilidad a partir del 15 de marzo de ese 2020 debido a la aparición de los primeros casos de covid-19 en el país, que se extendió por varios meses.

Procesado también por corrupción

La Fiscalía de la Nación ha agregado que también se ha dispuesto no haber mérito para formular denuncia constitucional contra Vizcarra, en su condición de presidente de la república, de María Antonieta Alva, de la exministra de Salud Pilar Mazzeti y del excanciller Gustavo Meza Cuadra por la presunta comisión del delito de omisión, rehusamiento o demora de actos funcionales, en agravio del Estado.

Estos hechos están referidos a la investigación por la presunta demora en adoptar medidas y realizar gestiones necesarias para adquirir las vacunas contra la covid-19 para la inmunización inmediata de la población.

El expresidente Vizcarra es procesado en paralelo por otros casos de presunta corrupción cuando fue gobernador de Moquegua, antes de ser jefe de Estado, y ha sido inhabilitado por el Congreso para impedir su posibilidad de postular en las elecciones generales del próximo año.

Más de 190 países aprueban el primer tratado global para afrontar futuras pandemias de la historia

Más de 190 países han aprobado este martes el texto del primer tratado global sobre pandemias de la historia en el seno de la Organización Mundial de la Salud (OMS) tras tres años de difíciles deliberaciones.

El tratado ayudará a una mejor coordinación entre los países y a un reparto más equitativo de los recursos disponibles para enfrentar la próxima pandemia, que los científicos han advertido que ocurrirá tarde o temprano con algún nuevo patógeno.

«Después de tres años de intensas negociaciones, los miembros de la OMS ha dado un gran paso adelante en los esfuerzos por hacer el mundo más seguro ante pandemias al forjar un borrador de acuerdo para ponerlo a consideración en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo», ha dicho la organización en una primera reacción.

El acuerdo busca preparar al mundo para futuras crisis sanitarias como la que causó la covid-19 y evitar que se repitan los errores cometidos entonces.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha celebrado el tratado subrayando que «se ha hecho historia en Ginebra». «Era necesario lograr un consenso multilateral en un mundo crecientemente dividido», ha indicado Tedros a los periodistas.

Tedros ha opinado que se ha conseguido un texto «equilibrado» en temas especialmente complicados durante las negociaciones, como el de la transferencia de tecnología relacionada con los productos para combatir una pandemia.

La OMS enfrenta uno de los momentos más difíciles de sus 75 años de su existencia por el retiro de Estados Unidos y la pérdida de los considerables recursos que este país le destinaba.

Acceso equitativo, rápido y asequible

Varios diplomáticos han lamentado que gran parte de los compromisos asumidos en el acuerdo sean de carácter voluntario, pero han explicado que estaban ante la disyuntiva de «aceptar lo que hay sobre la mesa o irnos con las manos vacías».

El acuerdo crea una red global de cadena de suministro y logística para intentar asegurar un acceso equitativo, rápido y asequible a los productos (medicinas, vacunas, material médico, entre otros) destinados no solo a enfrentar y controlar una pandemia, sino necesarios también en situaciones de crisis humanitarias.

El propósito es que haya transparencia en toda esa cadena y coordinar las reservas internacionales que existan, lo que se complementa con otro artículo, que plantea que los países no deben realizar «reservas nacionales excesivas» de productos vitales para frenar una pandemia.

Varios países ricos que acapararon vacunas durante la covid-19 y almacenaron cantidades que incluso superaban sus necesidades nacionales inmediatas luego tuvieron que deshacerse de estas existencias cuando los lotes llegaban a su fecha de vencimiento, mientras que a los países pobres las vacunas llegaban a cuentagotas.

Un acuerdo imperfecto que busca «salvar vidas»

Asimismo, el tratado establece un nuevo mecanismo de acceso y participación en los beneficios que se obtengan de los patógenos compartidos en un sistema existente y que gestiona la OMS.

El gran cambio que se quiere lograr con respecto a la situación que prevaleció durante la pandemia es que las farmacéuticas que accedan a esos patógenos -a partir de los cuales se puede investigar y desarrollar vacunas y tratamientos- asignen un 20% del producto que manufacturen a la OMS, la mitad como donación y el resto a un precio asequible, para que la organización lo distribuya donde las necesidades sean más urgentes.

Al estallar la última pandemia, varios gobiernos de países desarrollados financiaron a la industria farmacéutica y de biotecnología para acelerar el desarrollo de una vacuna y tratamiento, pero no hubo un retorno de esa inversión y, una vez que la vacuna estuvo lista, tuvieron que negociar con las firmas productoras su adquisición.

El acuerdo alcanzado pretende evitar que algo así no se repita y para ello señala por primera vez que la financiación de la investigación y desarrollo de nuevos tratamientos, diagnósticos o vacunas con fondos públicos debe hacerse en condiciones que garanticen un beneficio para el bien común.

«Esto significa que la próxima vez que una pandemia golpee y que con el dinero de los contribuyentes se desarrolle una medicina muy costosa, los gobiernos podrán intervenir en beneficio de sus ciudadanos y de gente en todo el mundo», ha comentado a EFE la directora de la ONG Iniciativa por Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, Michelle Childs.

«El acuerdo sobre pandemias no es perfecto; es producto de un compromiso, y no se han cumplido todas las ambiciones, pero crea una nueva base sobre la que construir para salvar vidas durante la próxima emergencia sanitaria mundial», ha recalcado.

La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras ha acogido «con satisfacción varios elementos positivos» porque, además de cuestiones prácticas, «envían una señal fuerte de solidaridad mundial y muestra un compromiso colectivo con una gobernanza inclusiva y responsable». Asimismo, ha pedido a los Estados que ahora conviertan los compromisos en acciones porque esa será la única forma de dar sentido a este acuerdo.

Rafael Dezcallar, exembajador de España en Pekín: «Tenemos que hacer bien las cosas, no culpar a China»

Rafael Dezcallar fue embajador de España en China entre 2018 y 2024. Desde su puesto en Pekín vivió la crisis del COVID-19 y el crecimiento constante de la gran potencia asiática. Dezcallar analiza el ascenso del país en el libro El ascenso de China (Deusto, 2025)

PREGUNTA: ¿Cómo es posible que se siga desconociendo tanto a China? ¿Es porque no queremos o porque no quieren ellos?

RESPUESTA: Bueno, es una buena pregunta. Yo creo que se trata de ambas cosas. Pero, sobre todo, se debe a que China siempre ha sido un país con una imagen muy fuerte, muy marcada, con lo cual los estereotipos han tenido mucho arrastre. Detrás del estereotipo hay una realidad que se ha ido desarrollando en estos años, que no se ha conocido bien y que sigue sin conocerse bien. Lo que pasa es que no podemos permitirnos el lujo de no conocer a China, porque está en todas partes. Está en nuestra vida cotidiana, en nuestros problemas políticos, en nuestra economía, en todo.

P: Escribe usted que China censura las redes occidentales y ha creado las suyas propias. Y después el Gobierno utiliza las redes occidentales para promocionarse de forma más contundente, masiva, en Occidente. ¿Por qué lo hace?

R: Pues porque tiene una política de promoción de la imagen de China, de propaganda política. Más que información es propaganda. Es decir, la información se tamiza y se filtra de acuerdo con los intereses políticos del partido. La información se filtra tanto hacia adentro como se proyecta hacia fuera. Ese es el objetivo del Partido Comunista.

P: Usted habla del concepto de la doble muralla. Ya conocemos la de piedra. ¿Cuál es la otra y para qué sirve?

R: China ha conseguido algo que parecía muy difícil, que es crear un universo digital alternativo al de Estados Unidos. Y eso tiene dos aspectos. Uno es la censura, que impide el acceso a la información y que permite que salga solamente la que ellos quieren sacar. Pero también hay una parte tecnológica. Es decir, los chinos han desarrollado unas industrias digitales potentísimas, muy eficaces, que funcionan muy bien y que, gracias a esa muralla digital que protege al país de la competencia exterior, consiguen que en China no exista Uber sino Didi, que no haya WhatsApp sino WeChat. Y funcionan realmente muy bien todas ellas.

P: ¿China es un país comunista?

R: Una de las mayores sorpresas que tiene mucha gente cuando mira a la China contemporánea es cómo es posible que un país comunista se haya hecho tan rico, que la economía haya crecido tanto. La explicación es muy sencilla: porque China no es un país comunista. China tiene una economía capitalista y un sistema político leninista: es un país capitalista leninista, lo que es una combinación realmente difícil de conseguir. Muchos partidos comunistas en el pasado no lo intentaron porque sabían que el capitalismo, la economía capitalista, le daba libertad económica a las personas y eso podía perjudicar la capacidad de control político del partido sobre el conjunto de la sociedad. Los chinos, en cambio, pensaron que tenían un partido capaz de conseguir ambas cosas. Y, efectivamente, hasta ahora lo han conseguido. También tiene que ver, por supuesto, con la represión. Pero además tiene que ver con las propias raíces culturales de China, que son muy diferentes a las occidentales. En su origen cultural no están ni la filosofía grecolatina ni la ilustración. Está el confucianismo, que pone a la comunidad por delante del individuo.

P: ¿China es imperialista?

R: Realmente, el sistema de China no es fácil de exportar, al menos el que ha desarrollado. Por eso los chinos tienen muy poco interés en ello. Saben que son conscientes de que es muy difícil de replicar y que requiere una serie de circunstancias que en otros países no se dan.

P: En su opinión, ¿qué revela de China la gestión de la COVID-19?

R: Una de las conclusiones a la que yo llegué después de vivir aquello es que la razón por la que la COVID-19 nació o surgió en China es porque es un país autoritario. Es decir, no hubo suficientes controles sobre las autoridades locales, no había ni una oposición, ni una prensa libre, ni un parlamento que pudiera decir que el Gobierno estaba dejando de hacer lo que tenía que hacer para controlar el virus al principio de la epidemia.

Es decir, el virus se expandió en China porque es un país autoritario. Al mismo tiempo, los chinos fueron capaces de controlarlo dentro de su territorio por ese mismo autoritarismo. Por eso pudieron aplicar restricciones, controles, pruebas de todo tipo, algunas de ellas con una intromisión importante en la privacidad. Era necesario tener un código QR para entrar en cualquier edificio. El código QR explicaba a las autoridades dónde estaba cada persona en cada momento. Otra cuestión importante es que su control del COVID-19 dentro del país era como una demostración de que su sistema funcionaba mejor que en Occidente, donde pensaban que se había extendido mucho y por eso extendieron los controles, quizá demasiado tiempo, hasta un punto en que eran insostenibles.

P: ¿Y cómo fue el control de imagen interna?

R: Pues hubo gente detenida. Es conocido el caso de un médico que denunció la extensión del virus al principio. La policía le avisó, le advirtió, pero no lo detuvieron, y tuvo que dejar de hacerlo. Ese médico acabó muriendo del virus y fue convertido en un héroe. Primero en las redes sociales chinas y luego por el partido que lo elevó para evitar que se convirtiera en un héroe contra el partido.

Pero también hubo casos de periodistas que informaron sobre la COVID-19 desde Wuhan y que fueron arrestados y tuvieron problemas serios. Efectivamente, la obsesión del partido es el control y, sobre todo, el de la información, y por eso todo lo que tuviera que ver con la enfermedad afectaba a la imagen que el partido quería dar de China y de sí mismo. Por eso lo controlaban estrictamente.

El control del virus dentro del país generó la impresión de que el sistema era mejor que el occidental. Pero fuera de China, el hecho de que el virus naciera allá y no consiguieran controlarlo generó la impresión de que en China había cosas que no funcionan bien y que la responsabilidad de toda la catástrofe global que se produjo tenía sus raíces allí, hubo un conflicto de narrativas. Eso generó un distanciamiento político que antes no existía.

P: En Occidente se habla de una China más asertiva. En su libro habla de los diplomáticos llamados «los lobos guerreros». ¿Es China más agresiva o es Occidente el que reacciona ante la posibilidad de perder terreno?

R: Ambas cosas. Xi Jinping llegó al poder con la convicción de que China era un país ya muy fuerte, donde la economía había decrecido mucho, y que la famosa frase de Deng Xiaoping de «esconde tu fuerza y aguarda tu momento» había que dejarla atrás porque el momento había llegado y había que demostrar que China realmente era un país muy fuerte. Entonces Xi desarrolló una política más afirmativa, más agresiva, sin duda en casos como los de Taiwán, como los del mar del Sur de China, incidentes con la India en el Himalaya, sanciones económicas a países que tenían problemas políticos con China, como pasó con Australia o con Lituania, etc.

O sea que realmente había más agresividad en la política exterior china. En ese contexto salen «los lobos guerreros». Pero, por otro lado, Estados Unidos vio el ascenso de China como una amenaza a su posición de poder, a la posición de poder que llevaba tiempo, sobre todo desde la final de la Guerra Fría, ocupando, y reaccionó de forma también agresiva, sobre todo en la primera presidencia de Trump, con la guerra comercial y con una cierta retórica muy anti China que todavía sigue existiendo en Estados Unidos. Yo creo que es un error porque a China no hay que demonizarla. Si lo hacemos, no podemos enterarnos bien de por qué China se ha hecho fuerte. Y necesitamos entender a China para saber cómo oponernos a ella cuando haga falta, pero colaborar con ella cuando sea posible.

P: ¿Europa está despistada? ¿Ha perdido perspectiva con respecto a China?

R: Europa no es un competidor por la posición de primera potencia mundial. Lo son Estados Unidos y China. Por eso la principal competencia y la rivalidad principal se plantea entre los dos. No es que Europa se haya despistado. Europa, ahora mismo, además con el tema de Ucrania, se ha dado cuenta de que tiene una serie de problemas estructurales a los que tiene que hacer frente. Uno de ellos es la dependencia política de Estados Unidos. Europa ha estado acostumbrada a la dependencia defensiva y desde la Segunda Guerra Mundial ha dejado que la defensa dependa de Estados Unidos. La dependencia defensiva genera dependencia política y cuando usted es políticamente dependiente no es un competidor por la primera posición como líder mundial. Por eso la rivalidad no existe entre Europa y China.

Sin embargo, Europa es una gran potencia comercial y en los temas comerciales sí que tenemos problemas muy serios que defender con China. Espero que también la situación actual conduzca a que se elimine la dependencia militar, la dependencia política y que Europa pueda llegar a ser la gran potencia que todos queremos que sea.

P: ¿Occidente, y especialmente Estados Unidos, está más cerca de la confluencia o del choque directo con China?

R: Todo depende de cómo se desarrollen las cosas. Mira, yo recuerdo la película Lawrence de Arabia, cuando Peter O’Toole le dice a Alec Guinness: «Nada está escrito». Es decir, se han hecho muchos paralelismos con la situación entre Esparta y Atenas, en la que el ascenso de Atenas hizo que Esparta se sintiera amenazada y provocó la Guerra del Peloponeso. Es la trampa de Tucídides. Se han hecho paralelismos con el ascenso de la Alemania del Káiser Guillermo II antes de la Primera Guerra Mundial, cuando buscaba un lugar al sol y quería que Inglaterra lo aceptara como un común equivalente a Inglaterra. Yo creo que nada está escrito. Todo depende de cómo hagamos las cosas tanto los occidentales como los chinos. Y por eso, para mí, lo más importante como ciudadano de un país occidental, es que Occidente haga bien las cosas. A todos los niveles: política, económica, tecnológica o ideológicamente. Que, por ejemplo, si los chinos son capaces de planificar a 20 o 30 años vista, en Occidente lo hagamos igual. Y que los partidos políticos comprendan que tiene que haber intereses de Estado que deben estar por delante o por encima de los ciclos políticos.

Algunos me dirán: «Esto es una utopía». Tal vez sea muy difícil verlo, pero es que, si no lo hacemos, perderemos terreno con China. Tenemos que hacer bien las cosas, tenemos que buscar la manera de fortalecernos internamente. Por ejemplo, es fundamental que apliquemos los informes de Letta y de Draghi para que Europa sea capaz de competir en asuntos como la inteligencia artificial. Si no los hacemos, de nuevo estaremos fuera de la película, como estamos en este momento. De modo que todo depende de lo bien que hagamos nosotros las cosas, también en el mundo en desarrollo. Europa, por ejemplo, es el principal socio comercial de África, el principal socio de cooperación de África y el principal inversor en África. Y, sin embargo, en África hoy en día todo el mundo piensa en China y nadie piensa en Europa. ¿Por qué? Hay algo que hemos hecho mal, políticamente, en el acompañamiento de las necesidades de los países africanos. En América Latina llevamos 25 años tratando de aprobar el acuerdo con Mercosur. ¿Qué significa todo eso? Que estamos dejando espacio libre para los chinos, que lo están aprovechando en África y lo están aprovechando en América Latina. Debemos hacer bien las cosas nosotros, no echarles a ellos la culpa por hacerlo bien.

¿Qué aprendió Europa de la pandemia de COVID-19?

Hace cinco años el mundo se paralizó, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el Covid-19 pandemia mundial. Fue la llamada de atención necesaria en todo el planeta para prestar atención al agravamiento del brote, del que se venía informando desde finales de 2019.

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En Europa, los ciudadanos pasaron de escuchar por primera vez noticias sobre un virus procedente de China a ver en televisión imágenes de camiones militares circulando por las calles de la ciudad italiana de Bérgamo, convertida en la zona cero de Europa. Se llamó al ejército para que ayudara con el enorme número de víctimas en Bérgamo y la provincia del mismo nombre, donde murieron 6.000 personas en un mes, un salto asombroso respecto a las 2.000 muertes que se registraban habitualmente. Cinco años después, el dolor sigue vivo en la región, informa Arte.

Poco después de este brote, cifras y estadísticas similares se hicieron realidad en la mayoría de los países europeos. Tras un mes desde que se declarase oficialmente la pandemia, los hospitales estaban desbordados y los gobiernos luchaban por responder a la emergencia.

Europa empezó a ver nuevos epicentros de la pandemia, entre ellos España, que el 2 de abril de 2020 declaró 100.000 casos y 10.000 muertes, con 950 fallecidos en un solo día. «Nos pilló a todos, en general, desarmados», contaba a RTVE Pedro Gullón, actual director general de Salud Pública y Equidad en Salud. Admitía que, en retrospectiva, el impacto de la primera oleada podría haberse mitigado, pero que «nadie podría haberlo evitado«.

El hospital de campaña de IFEMA en Madrid el 3 de abril de 2020 PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP

Medidas duras y lecciones duras

Palabras relacionadas con la pandemia como «antígenos», «PCR», «ARN mensajero», «inmunidad de rebaño» o «toque de queda» se convirtieron en habituales en las conversaciones de la gente. Mientras tanto, los repetidos confinamientos, rastreos y medidas de aislamiento, provocaron un creciente cansancio, que desencadenó protestas.

En Bélgica, las manifestaciones contra las medidas preventivas COVID-19 se volvieron violentas en 2021, como recuerda RTBF. Según el ministro belga de Sanidad, Frank Vandenbroucke, la primera oleada de COVID-19 —a la que pronto siguieron otras y diferentes variantes del virus— fue también una oportunidad para aprender lecciones para el futuro: «El cierre total del sistema escolar, incluidos los servicios de apoyo, los centros psicológico-médicos, etc., fue demasiado. El cierre total de todo un sistema de apoyo (…) que es lo que hizo el gobierno al principio probablemente no fue la estrategia correcta, pero aprendimos de ello«, asegura a RTBF.

De todas las medidas adoptadas, el cierre de escuelas parece haber sido una de las más duras y sus efectos siguen evaluándose cinco años después.

Por ejemplo, en Chequia. Cuando la pandemia obligó a la educación online, la brusca pérdida de contacto en persona y el aislamiento que siguió contribuyeron a un fuerte aumento de los problemas de salud mental entre los niños.

Una señal preocupante fue el aumento de los comportamientos autolesivos, sobre todo entre las adolescentes, según la cadena CT. En ese periodo, muchas recurrieron a las redes sociales en busca de apoyo y conexión. Václav Havelka, director de la escuela primaria Chmelnice, en Praga, señala que fue durante el periodo de la enseñanza a distancia cuando muchos alumnos se volvieron cada vez más dependientes de las plataformas en línea.

Una estudiante trabaja desde casa en el este de Alemania en enero de 2021 JENS SCHLUETER / AFP

En Portugal, los alumnos recuerdan el encierro como un momento difícil. Lucas, de 18 años, asegura que tuvo un impacto en su concentración. «Me desanimaron un poco las clases a distacia, porque era muy fácil estar haciendo otra cosa mientras en una clase online nadie tenía el control. Y cuando llegué al décimo curso, presencial, me di cuenta de que me faltaban algunas cosas básicas». Teresa, que tenía ocho años cuando la pandemia, recuerda: «Creo que tuvo un impacto en mi infancia, porque la pasé en casa», cuenta a RTP.

Mientras que el aislamiento prolongado dejó cicatrices en la generación más joven, los ancianos en las residencias fueron los primeros en llevarse la peor parte de la oleada de COVID-19. «Convertimos nuestro centro de cuidados paliativos en una unidad de COVID-19», explica a RTBF Steve Doyen, director de una residencia de la región de Bruselas. Como a veces se producían varios fallecimientos en una misma noche, «las enfermeras de noche no sabían qué hacer y pidieron ayuda. Incluso las funerarias estaban desbordadas«, aclara. Christie Morreale, exministra de Sanidad valona, veía llegar a su mesa todos los días la cifra de muertos. «El momento probablemente más doloroso«, recuerda, «fue el balance. Y esa columna con el número de muertos».

Cambios visibles, dudas persistentes

Si bien algunos efectos de la pandemia —hábitos generalizados de teletrabajo, mayor concienciación sobre la salud mental, campañas de vacunación en toda la población o el impacto del covid persistente— siguen siendo tangibles en las sociedades de toda Europa, los expertos están divididos sobre cuánto han aprendido los ciudadanos y las instituciones de la pandemia.

Inés Calzada, socióloga de la Universidad Complutense de Madrid especializada en el estudio del Estado del bienestar, señala a RTVE que la pandemia fue una llamada de atención sobre la «necesidad del Estado: la gente entendió de forma muy inmediata cómo esta institución te puede proteger». Daniel La Parra, catedrático de Sociología de la Salud de la Universidad de Alicante, defiende que «la salud se convirtió en algo tan central que, en una sociedad puramente capitalista, llegó a parar la actividad económica«. Añade que la crisis probablemente provocó «un aumento de la demanda» de servicios sanitarios desde entonces.

Una persona pasea con bolsas de la compra junto a un cartel que pide permanecer en casa en Londres, en 2021 Tolga Akmen / AFP

La pandemia también puso de manifiesto las vulnerabilidades de los sistemas sanitarios europeos. Pero, cinco años después, algunos sostienen que los gobiernos han hecho poco por solucionarlas. En Letonia, el infectólogo Uga Dumpis insiste en que los hospitales han permanecido prácticamente sin cambios desde la crisis.

«Los hospitales occidentales se construyen ahora con salas de una sola cama (para tratar enfermedades infecciosas), mientras que nosotros seguimos considerando normal tener de cuatro a cinco pacientes en una sala», cuenta a la televisión letona LSM. «Teniendo en cuenta tanto la gripe como otras infecciones, debemos entender que también necesitamos la infraestructura de habitaciones individuales».

«El mayor riesgo pospandémico de estos cinco años es en realidad el olvido«, señala a RTP Fernando Almeida, presidente del Instituto Nacional de Salud portugués. «Y no debemos olvidarlo. El SARS-CoV-2 (COVID-19) ya puede tratarse como un virus respiratorio más en circulación, pero esto podría cambiar; la atención del mundo ya se está centrando en [la nueva cepa de] H5N1, una nueva amenaza con potencial pandémico«.

Último impulso para un acuerdo global contra las pandemias

En enero de 2025, a la pregunta de si el mundo está ahora mejor preparado para la próxima pandemia, el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, respondió: «Sí y no», según recogió AFP. Aunque reconoció que siguen existiendo muchas de las mismas debilidades y vulnerabilidades, «el mundo también ha aprendido muchas de las dolorosas lecciones que nos enseñó la pandemia y ha dado pasos significativos para reforzar sus defensas».

«Hay muchas cosas que han mejorado gracias a la pandemia de gripe (H1N1) de 2009, pero también gracias al covid», afirmó Maria Van Kerkhove, directora de preparación y prevención de epidemias y pandemias de la OMS. Pero advirtió: «Creo que el mundo no está preparado para otro brote masivo o pandemia de enfermedad infecciosa».

En diciembre de 2021, los Estados miembros de la OMS empezaron a redactar un acuerdo mundial para prevenir y responder mejor a las pandemias, un esfuerzo para abordar los profundos fallos expuestos por COVID-19.

Pero quedan por resolver cuestiones clave, en particular el intercambio de información sobre patógenos entre los países y la garantía de un acceso equitativo a las vacunas y los recursos médicos. Con una última sesión de negociación prevista para los próximos días, aumenta la presión para llegar a un consenso a tiempo para la próxima asamblea anual de la OMS en mayo, y para alcanzar un acuerdo que podría definir la forma en que el mundo afronte la próxima pandemia o arriesgarse a revivir los mismos errores mortales.

*A European Perspective es una colaboración editorial que conecta a los medios públicos europeos. Consulta más información aquí.

Contenido ofrecido por AFP (Francia), BR (Alemania), CT (Chequia), Franceinfo (Francia), ERR (Estonia), ERT (Grecia), LSM (Letonia), LRT(Lituania), RTBF (Bélgica), RTE (Irlanda), RTP (Portugal), RTS (Suiza), RTVE (España), RÚV (Islandia), Suspilne (Ucrania) and Swedish Radio (Suecia).

Texto: Sara Badilini

Mapa: Luis Garcia Fuster, Martin Sterba

Investigación adicional: Michelle Hough

Subeditor: Kate de Pury (UER)

Traducción y edición para RTVE: Inés Modrón Lecue y Gorka Zubizarreta

Gestión de proyecto: Alexiane Lerouge (EBU)

Ilustración: Ann-Sophie De Steur

Vuelta a IFEMA cinco años después de su conversión en hospital: «La atención era como de guerra, una cama tras otra»

Durante el confinamiento por el COVID-19, IFEMA, la Feria de Madrid, se reconvirtió en el hospital más grande del país. Por unas semanas fue escenario de la lucha cuerpo a cuerpo contra el coronavirus, que estaba azotando tanto España como el resto del mundo.

Cinco años después, RNE ha hablado a las puertas del edificio con Juanjo Pérez Blanco, ingeniero jefe del proyecto y encargado de reconvertir las enormes naves un centro sanitario; Luis Vázquez González, uno de los enfermeros que trabajó sin parar en el centro; y Honorio Jiménez Casillas, paciente COVID durante los primeros días de la crisis sanitaria.

Dentro del centro, IFEMA ha tomado su forma original, dejando atrás las camas, goteros y transitar de sanitarios y pacientes. No obstante, los recuerdos han aflorado en nuestros protagonistas de hoy con tan solo poner un pie dentro.

El primer paciente entró un día después

El proyecto se puso en marcha el viernes 20 de marzo, seis días después de decretarse el confinamiento. «Me llama primero Yolanda Fuentes, la directora de Salud Pública, y me comenta que seguramente haya que montar un hospital en IFEMA», recuerda Juanjo Pérez Blanco.

Un cuarto de hora después le llamó Enrique Ruiz Escudero, consejero de Sanidad, para decirle que eran necesarias 5.000 camas. «Esa noche se pusieron 31.000 metros cuadrados de PVC, o sea, tres Bernabéu. Fue espectacular», relata. «El primer paciente, indica, entró a las 10:30 la noche del sábado», agrega.

Para Pérez Blanco, el reto eran «los pabellones siete y nueve», que era donde realmente tenían que «montar el hospital». «Esto era un tipo de atención prácticamente de guerra, con las camas una detrás de otra. Era muy difícil de gestionar. En mi cabeza siempre era montar pequeños controles de la dimensión una planta de hospital y que fuese gestionable por enfermería, que es la que más está siempre al pie del cañón», explica.

Sanitarios con «muchas ganas», pero pocos medios

El enfermero Luis Vázquez González se presentó en la Feria de Madrid el 21 de marzo, por la tarde-noche, cuando llegaban los primeros pacientes, pero no empezó a trabajar hasta el lunes siguiente. Tiene muy presente los momentos en los que la cifra de fallecidos superaba los 900 cada día: «Los sanitarios estábamos muy pendientes y deseando que el trabajo que estábamos haciendo tuviera algún efecto ya», cuenta.

No obstante, reconoce que se estaban enfrentando a «algo que conocían» y sin apenas medios. «Yo veía a la gente muy emocionada, con mucho nervio, con ganas de colaborar y de arrimar el hombro», ha aseverado.

Ahora tiene un deseo: «Me gustaría que IFEMA quedase como el símbolo de la sociedad civil cuidando de la propia sociedad», sobre esto. En esta línea también se expresa Pérez Blanco. Lo más importante de esos días fue «la gente», que se llegó a impregnar del llamado «espíritu IFEMA», asegura.

El recuerdo de los pacientes: «No sabía si era de día o de noche»

Honorio Jiménez Casillas pasó 17 días ingresado por COVID. De aquellos momentos en IFEMA, reconoce que «lo que peor» llevaban los pacientes era no saber «si era de noche o de día». Sobre lo que se escuchaba dentro de los pabellones, recuerda el sonido constante de las bombonas de oxígeno. «Había mucho ruido, toses, carros…», dice.

Sin embargo, lo que más le emociona es recordar es el momento en que a alguno de los enfermos les daban el alta: «Cuando estábamos ya ocho, diez, que habíamos pasado el control, abrían la puerta y salíamos. Y entonces era cuando te emocionabas mucho, mucho». El momento más difícil, según cuenta, para él fue el regreso a casa: «Para mí, el palo más gordo fue llegar a casa. Diecisiete días metido en una habitación solo. Yo no me lo esperaba», lamenta.

Reconoce, sin embargo, que el personal que estaba allí —sanitarios, limpiadores, Ejército— acabaron convirtiéndose en su familia por un tiempo. «Éramos una piña», dice sobre su unidad y compromiso con los pacientes durante la pandemia.

Honorio Jiménez, paciente de COVID en IFEMA: «Aquí no sabías si era de noche o de día, y eso era lo que peor llevábamos»