Han pasado cinco años del momento en el que se anunció el confinamiento. Por segunda vez en la historia de España, se declaraba un estado de alarma, esta vez ante una emergencia sanitaria mundial sin precedentes. El covid-19 dejó casi 700.000 hospitalizados en nuestro país en los primeros tres años y se cobró la vida de más de 150.000 personas.
La pandemia imprimió una huella que todavía hoy no se ha superado. Pero ha dejado, además, muchas lecciones y experiencias que han cambiado el presente y cambiarán el futuro. ¿Cuál ha sido esa transformación? ¿Estamos mejor preparados sanitaria, científica, política y socialmente para otra pandemia?
Son preguntas que ha tratado de responder TVE volviendo a algunos de los escenarios que aquellos días nos impresionaron, por su vacío, por su silencio, y que pronto retomaron una normalidad, pero distinta.
¿Estamos preparados para otra pandemia?
Las primeras semanas de pandemia los sanitarios trabajaban con materiales reciclados o incluso bolsas de basura. Por eso se han creado reservas de material sanitario. Hay uno nacional, de la que no tenemos datos, y almacenes autonómicos.
¿Estamos preparados para otra pandemia?
En los hospitales solo tienen lo necesario para el día a día. En la primera ola, con cientos de ingresos diarios por toda España, los enfermos se acumulaban y se levantaron hospitales de campaña. Ahora el uso de los espacios es más flexible.
Sin embargo, como denuncian los propios profesionales, cada invierno hay colapsos en urgencias por la gripe.
España, preparada para afrontar una nueva pandemia pese al legado del COVID persistente
El Centro Nacional de Biotecnología del CSIC fue una de las instalaciones de investigación de excelencia en España que lideró la lucha para desarrollar una vacuna eficaz contra el covid-19. Durante meses, en lo peor de la pandemia, un amplio equipo de científicos trabajó sin descanso para hacer realidad este objetivo.
El doctor Luis Enjuanes, director del proyecto, ha confirmado que la vacuna española es viable desde el punto de vista comercial y que podría pasar a una fase más avanzada. A pesar de no haber sido la primera en desarrollarse, destaca que ofrece ventajas clave. «Expresa varios antígenos, mientras que las inoculaciones convencionales solo uno, lo que induce una inmunidad esterilizante, es decir, una vez vacunado, el virus ya no entra en el cuerpo», señala.
Las residencias, punto crítico de la crisis sanitaria
Ángela lleva cinco años peleando contra el olvido. Vio por última vez a su madre el 8 de marzo de 2020. Falleció un mes de después en una residencia de Madrid, sin poder despedirse de ella. «Tú imagínate, desaparecimos de su vida. Qué habrá pensado de lo que estaba pasando. Qué locura, donde están mis nietos, donde estás mis hijos», lamenta.
Le duele su pérdida, tanto como el convencimiento de que podría haberse evitado: «Me lo confirmó el médico, me dijo que si hubiera podido trasladar a mi madre al hospital, porque ella tuvo agravamiento de sus patologías, probablemente se hubiera podido salvar».
Dentro de los centros de mayores, la pandemia fue un infierno para los que trabajaban sin descanso. Contaron con una ayuda de emergencia. La UME desinfectó las residencias y sectorizó espacios, separando a los contagiados del resto. Nunca habían trabajado con tanta concentración para combatir un enemigo que no veían, pero que causaba estragos.
Durante las semanas más duras de la pandemia, hubo una excepción, una historia de éxito. En la residencia San Jerónimo, en Estella (Navarra), 15 trabajadores se confinaron junto a los más de 60 residentes del centro para evitar la exposición a la exterior y los posibles contagios. El Telediario ha visitado este lugar cuando se cumplen cinco años de estado de alarma decretado por la emergencia sanitaria provocada por el covid-19.
Permanecieron en la residencia durante 35 días, una decisión difícil que pudo haber salido mal, pero que fue muy bien. «Ese era el riesgo que teníamos, lo que pasa es que había que intentarlo», asegura a TVE su director, Javier Cabrero.
La huella en la salud mental
Lugares tan céntricos como la Puerta del Sol de Madrid pasaron de estar concurridos a quedar desiertos. Tuvimos que limitar las relaciones sociales y cambiar nuestra forma de relacionarnos con los demás. Los saludos con el codo, las mascarillas, vivir el presente, buscar casas con terraza, el tardeo. La nueva normalidad que instauró la pandemia nos obligó a cambiar nuestros hábitos. Después, todo se recuperó, pero algunas cosas dejaron una huella imborrable.
La factura que dejó la pandemia del covid-19: duelo y miedo a enfermedades o al contagio
Los padres de Guillermo fallecieron en el hospital, en la primera ola de la pandemia, con solo una semana de diferencia. «Es un duelo sin despedida, en el que no puedes ver el cuerpo. Quedan heridas que van a permanecer toda la vida», explica a TVE. Para aliviar esa carga, Victoria Trasmonte, una médico intensivista, facilitó las videollamadas en su hospital. «Mantener unos cuidados sanitarios humanizados es muy importante. A lo mejor tendríamos que replantearnos hasta qué punto sería beneficioso aislar a la familia del ser querido», afirma.
Además del duelo y el luto, hay más efectos psicológicos que todavía nos condicionan, como el miedo a salir a la calle o a contagiarse enfermedades. Han afectado especialmente a los más jóvenes, que han sufrido la sintomatología ansiosa o depresiva de una manera muy significativa en sus vidas.
“Fue un parón en mi vida, tiempo muerto, desapareció, no lo recuerdo para nada”. Así es como recuerda Alejandro el confinamiento. “Es como una especie de vacío, ni iba a sitios, ni a festivales, ni progresaba como persona. Me afectó bastante en esos momentos tener que frenar todo y parar, me generó mucha ansiedad, estaba acostumbrado a otro ritmo de vida. Luego la vuelta a la normalidad me generó también ansiedad. Fue un cambio difícil”.
El teletrabajo: una práctica laboral que llegó con el covid-19 y continúa en la actualidad
En aquellos días de confinamiento, muchos negocios se vieron abocados a cerrar, desatando a su vez un efecto dominó que provocó que muchas empresas o fábricas dejaran de producir. Algunas quebraron y despidieron a sus trabajadores. Otras salvaron su inactividad gracias a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE).
La pandemia llegó a los tribunales
Mientras tanto, el Congreso de los Diputados mantuvo su actividad dando luz verde a los decretos por los que el Gobierno declaró dos estados de alarma. En la sede parlamentaria de la Carrera de San Jerónimo, el Ejecutivo tuvo que negociar con los grupos parlamentarios para aprobar las sucesivas prórrogas.
El primer decreto incluía el confinamiento, que meses más tarde fue declarado inconstitucional. Un fallo que ha sido revocado el pasado mes de diciembre por el Tribunal Constitucional.
Las causas judiciales surgidas de la gestión del covid-19
También ha terminado en los tribunales la gestión de las mascarillas y otros productos sanitarios en los peores momentos de la pandemia. El primer escándalo lo protagonizaron los empresarios Luis Medina y Alberto Luceño, que vendieron material defectuoso al Ayuntamiento de Madrid y se embolsaron seis millones de euros en comisiones.
El siguiente fue el caso Koldo, cuyas mordidas fueron todavía mayores. Según la Guardia Civil, más de 16 millones de euros. El Tribunal Supremo ha imputado al exministro socialista José Luis Ábalos, a su exasesor Koldo García, y Víctor de Aldama, el presunto conseguidor que habría hecho de intermediario para que los Ministerios de Transportes e Interior y los Gobiernos de Canarias y Baleares adjudicaran contratos de mascarillas a la empresa de la trama.
María Neira (OMS): «Se reaccionó con serenidad y urgencia»
Sin duda, uno de los lugares de referencia en aquellos días de la pandemia era la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra. Desde allí, el 11 de marzo, alarmados por los niveles de propagación, declara la pandemia.
Desde la Sala de Operaciones Especiales y Emergencias del cuartel general de la OMS, un comité, asesorado por expertos de todo el mundo, vigilaba minuto a minuto su evolución. Establecieron medidas clínicas, económicas y sociales que salvaron muchas vidas, pero no pudieron evitar la muerte, en cuatro años, de siete millones de personas.
María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, ha recordado en una entrevista al Telediario los peores momentos. «Se reaccionó con serenidad, pero con urgencia», asegura Neira, quien asegura que “invertir en atención primaria es algo de lo que nunca te vas a arrepentir”.
Los efectos en el mundo de la cultura
La pandemia fue una época de desconcierto que, a pesar de todo, dejó momentos memorables, como los aplausos en los balcones para los profesionales sanitarios. También otros mucho más íntimos, como un nieto y una abuela bailando juntos. El primer Telediario confinado terminó con la canción Los días raros de Vetusta Morla.
Una mirada a los días de la incertidumbre: la cotidianidad que la pandemia nos arrebató
A nivel cultural hubo múltiples cambios que condicionaron los hábitos de consumo de la población. Los índices de lectura aumentaron considerablemente. El cine, en cambio, continúa siendo uno de los principales damnificados: ha perdido un 20% de espectadores tras la pandemia. Las plataformas de streaming plantean otra forma de consumo. Y las obras de teatro también sufrieron modificaciones durante la pandemia, con horarios adaptados a los toques de queda y que a día de hoy todavía perduran.
Durante las semanas más duras de la pandemia, cuando día a día se multiplicaban los casos de coronavirus, hubo una excepción, una historia de éxito. En la residencia San Jerónimo, en Estella (Navarra), 15 trabajadores se confinaron junto a los más de 60 residentes del centro para evitar la exposición a la exterior y los posibles contagios. El Telediario ha visitado este lugar cuando se cumplen cinco años del estado de alarma decretado por la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19.
Permanecieron en la residencia durante 35 días, una decisión difícil que pudo haber salido mal, pero salió muy bien. «Ese era el riesgo que teníamos, lo que pasa es que había que intentarlo», asegura a TVE su director, Javier Cabrero.
«Mientras estaba viendo a Pedro Sánchez, supe que teníamos que hacer algo, que debíamos montar ese campamento donde poder confinarnos y que no saliera nadie. Se lo planteé a la plantilla y a las delegadas sindicales y accedieron a esta bonita locura», relata.
Una «fuente de luz y esperanza» para el sector de las residencias
El caso se dio a conocer porque la residencia compartió su historia en redes sociales. «Éramos como la fuente de luz y esperanza dentro de este sector que tenía tantas dificultades ante tanta noticia tan trágica y nos parecía importante contar también cómo vivían aquí las personas mayores, porque otra forma de atención era posible«, asegura Cabrero.
Cuando el Gobierno decretó el estado de alarma, Fina, una de las mujeres que vive en la residencia, apenas llevaba un mes allí. «Fue una suerte estar aquí todas las compañeras», dice desde una de las mesas de la residencia, acompañada por Mariví, una de las enfermeras que se confinó con los residentes esos días.
“A mí me salió del alma venir“
Las personas mayores, asegura esta sanitaria, necesitan «como nosotros, seguridad y compañerismo, que se les trate bien como personas que son». Al ser preguntada sobre por qué tomó la decisión, Mariví no duda en su respuesta. «Nos juntamos entre todas y es que nos salió, a mí me salió del alma el venir. Y dije, pues bueno, vamos a estar con ellos 15 días o lo que haga falta», recuerda.
Cinco años después, Fina tiene miedo de que aquello pueda volver a ocurrir. «Fue muy triste, no quisiera que volviera a pasar. Esos hospitales que se hacían improvisados porque no había suficientes para acoger a tanta gente…», lamenta la mujer. Sin embargo, agradece haber pasado esos días en San Jerónimo. «Hubiese estado en mi casa, pero habría estado sola, así que ¿qué mejor que esto?», dice.
Durante aquellos días del 2020, recuerda Mariví, en la residencia estaban «en una burbuja». «No llevábamos mascarilla, trajes EPI, nada», asegura. «Los veía (a los trabajadores de otros centros) y yo como sanitaria me sentía mal, porque de esa forma no puedes cuidar a la gente», defiende.
El modelo de residencia que persigue San Jerónimo
Al año siguiente, con la vacuna en marcha, sí que se produjeron contagios en la residencia y algunos residentes, que ya estaban enfermos, murieron. A raíz de aquello, la residencia San Jerónimo ha actualizado su modelo y ha incorporado viviendas individuales a sus instalaciones.
«Lo que hemos hecho ha sido crear unidades de convivencia donde la atención es más personalizada y en grupos más reducidos se previene cualquier contagio o circunstancia que pueda haber», afirma el director del centro, que cree que el modelo del futuro para las residencias debería ser el que ahora están desarrollando: «Viviendas vinculadas a la residencia, donde las personas pueden vivir de forma individual, pero con todos los apoyos que puedan necesitar y que se prestan desde la residencia», sostiene.
No es lo mismo, asegura, «pasar el covid en una de estas viviendas que en una habitación, que muchas veces son de metros reducidos». «Como sistema y como recurso nos parece que es el futuro», concluye.
Sede de la Organización Mundial de la Salud, Ginebra. 31 de diciembre de 2019. La Comisión Municipal de la Salud de Wuhan (Hubei, China) notifica varios casos de neumonía en la ciudad. Poco después se determina que están causados por un nuevo coronavirus y la OMS se pone en estado de emergencia.
Cinco días después, el organismo publica su primer parte técnico relativo al virus. Van apareciendo en cascada casos de la covid-19 por diferentes países. A finales de enero, ya hay 7.818 confirmados en China y en otros 18 países.
El 11 de marzo, alarmados por los niveles de propagación, la OMS declara la pandemia. Y, día a día, desde la Sala de Operaciones Especiales y Emergencias del cuartel general de la OMS, un comité, asesorado por expertos de todo el mundo, vigila minuto a minuto su evolución. Establecieron medidas clínicas, económicas y sociales que salvaron muchas vidas, pero no pudieron evitar la muerte, en 4 años, de 7 millones de personas.
En ese comité, María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, que en esa misma sala, nos habla de los peores momentos.
PREGUNTA: La pandemia colapsó a todos los gobiernos. ¿En la OMS se calibró bien lo que estaba ocurriendo? ¿Se tomaron las medidas más eficaces en ese momento?
RESPUESTA: Lo que sí puedo decir es que pusimos toda nuestra capacidad a disposición, y la capacidad de muchos años de dedicación a emergencias, a brotes endémicos, a pandemias, evidentemente ninguna de las dimensiones de esta. Yo creo que cada día íbamos calibrando lo que esto representaba. Ya no son solo las medidas de respuesta clásica, la parte farmacológica o la parte clínica, eran también medidas no farmacológicas, sociales, económicas, eran medidas de parálisis casi de la economía total. Con eso fuimos viendo la dimensión del tsunami en el que estábamos envueltos.
P: Visto 5 años después, ¿se podrían haber acelerado algunas medidas?
R: Yo creo que en ese momento se reaccionó con serenidad, pero con urgencia. Se fue calibrando día a día cómo iba moviéndose el virus, cómo se iba transmitiendo y con la cooperación de expertos a nivel mundial. La OMS no significa los 4, 10 o 20 personas que se sientan aquí, sino todas esas redes que pusimos a funcionar desde el primer día y que iban aportando datos e información. Y la situación, evidentemente, fue cambiando. El reglamento sanitario internacional fue fundamental para que los países comunicaran, reaccionaran. Y esa en coordinación global —que se puede mejorar o no— es fundamental que haya gobernanza, jerarquía y liderazgo. En esa toma de decisiones basada en toda la ciencia que recibíamos y que se iba adaptando según evolucionaba la situación.
P: ¿Qué habría que cambiar si eso vuelve a suceder?
R: Yo pondría mucho más impacto en la parte ambiental. Esos ecosistemas destruidos son los que facilitan esa transmisión. Por lo tanto, apostaría por invertir más en salud animal, humana y ambiental, ya que ese triángulo que hace una sola salud es fundamental. Eso no va a evitar que tengamos pandemias, pero va a reducir nuestra vulnerabilidad en el caso de que haya otra crisis, otra pandemia, nos va a proteger, ese muro verde, esa salud ambiental nos va a dar una protección. Y luego tener ese acuerdo de pandemias, que esperemos se pueda firmar para mejorar la cooperación. Tal vez eso fue lo que menos falló, la colaboración de expertos y a nivel científico. Fue impecable, la verdad, ya que la desinformación tampoco ayudó mucho.
P: Quizá una de las cosas que tiene margen de mejora fue la colaboración entre gobiernos. En España hubo muchas diferencias entre comunidades autónomas, en Europa también entre países.
R: En una pandemia como la que sufrimos, esa colaboración, el liderazgo, el uso de la información que tienes para tomar decisiones y que estas se puedan llevar adelante e ir cambiándolas… Alguien tiene que llevar el timón. Yo creo que es la OMS, obviamente con la soberanía de los países, la que debe de tener esa coordinación y es lo que pretenden con el «Tratado de pandemias». Una colaboración en el intercambio de cepas de los virus y en el desarrollo de tecnología. Ahí es fundamental el papel de este organismo.
“Pusimos toda nuestra capacidad a disposición y la de muchos años de dedicación “
P: ¿Habría que poner más el foco en la atención primaria?
R: La atención primaria es una inversión fundamental en el control de pandemias, control de brote y la asistencia a la población para reducir coste sanitario. Cuanto más inviertas en tu atención primaria y profesional de salud —que estos profesionales puedan dedicarse a ese tipo de labores que van más allá de la atención diaria, también a la vigilancia, contribuir a circuitos internacionales— mejor. Es siempre una inversión de la que nunca te vas a arrepentir.
P: Por tanto, no solo es salud humana, es salud medioambiental y animal; esa interacción entre los tres.
R: Sí, tenemos que entender que la salud animal tiene un impacto fundamental en la salud humano, pero no solo eso. Dentro de ese triángulo está también la salud ambiental. Los ecosistemas que estamos destruyendo son también los que nos dan agua que bebemos, comida que comemos, la capacidad de respirar un aire más o menos limpio. La contaminación del aire hace que nuestros pulmones —expuestos a niveles altos de contaminantes— también vayan a ser más vulnerables en caso de infección respiratoria. Hacen falta medidas claras, y esa una cuestión de estrategia para ponerlas en marcha. Sería un coste eficaz.
“ La salud animal tiene un impacto fundamental en la salud humana“
P: ¿Estamos, por tanto, mejor preparados si vuelve a ocurrir lo que ocurrió en 2020?
R: Desde luego, desde el punto de vista de salud global, sí, desde el punto de vista de lo que podríamos haber hecho, no. Es decir, sí y no.
Hace cinco años de la declaración del estado de alarma en España por la covid-19 y el Telediario ha dedicado un especial a la crisis sanitaria que trajo consigo la enfermedad. En él aborda de la mano de afectados y expertos las consecuencias que trajo a todos los niveles en la sociedad una emergencia que terminó con la vida de 154.490 personas en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
«En el día de hoy, acabo de comunicar al Jefe del Estado la celebración mañana de un Consejo de Ministros extraordinario para decretar el estado de alarma en todo nuestro país, en toda España, durante los próximos 15 días», así comenzaba el mensaje del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, previo a un confinamiento que duró cerca de 50 días.
La «incertidumbre» por el virus que encerró al país en casa
Como recuerda el teniente coronel médico del Hospital Gómez Ulla de Madrid, al principio «pensábamos que iba a ser un número de casos reducidos». España se sumó a la lista de países con al menos un caso de covid-19 y, en seguida, las UCI comenzaron a llenarse de pacientes en estado grave. «No tenías dónde ponerlos», explica a TVE Mapi Gracia, jefa de sección de la UCI del Hospital del Mar de Barcelona. «Lo peor fue la incertidumbre, el no saber cómo tratar estos pacientes«, lamenta.
Se utilizaban distintos tratamientos, algunos de ellos experimentales, y en unos días donde los sanitarios tuvieron que tomar muchas decisiones relativas a un virus que apenas conocían. «Ahora le tenemos que hacer una traqueotomía o hoy le hemos puesto boca abajo. Iban probando cosas», relata Óscar. Mientras tanto, cada día, los fallecidos se contaban por cientos hasta que se alcanzó el pico: 932 muertos en una sola jornada.
El país estuvo cerrado hasta junio y, por el camino, luchó contra la falta de material sanitario. Las mascarillas no fueron obligatorias hasta finales de mayo, cuando España ya se encontraba en plena desescalada. A esa primera ola le siguieron cinco más con cientos de miles de infectados y una campaña de vacunación inédita que se llevó a cabo gracias al trabajo de los sanitarios a los que cada día salíamos a aplaudir desde los balcones durante el encierro.
Cinco años de la pandemia de covid: «Lo peor era la incertidumbre»
El estado de alarma, una medida «excepcional» para luchar contra el virus
El 14 de marzo el presidente del Gobierno, tras un largo Consejo de Ministros, decretó el estado de alarma y comenzó el confinamiento obligatorio. Una medida excepcional que, dijo, serviría para contener el virus. Para entonces, España tenía ya 5.700 casos y 136 personas habían fallecido.
Ante un enemigo común, todos los partidos apoyaron en un principio una medida que duró 15 días, pero que se prorrogaría seis veces. Poco a poco, el Ejecutivo empezó a perder apoyos. El primer partido en tachar la decisión de «deriva totalitaria» fue Vox, que comenzó a organizar caceroladas contra el confinamiento —más tarde, este partido recurrió esta medida ante el Constitucional, que le dio la razón—. El PP, por su parte, también tachó al Ejecutivo de «incompetente».
A nivel autonómico también hubo quejas y desencuentros, sobre todo en la segunda ola del virus. Mientras Isabel Díaz Ayuso rechazaba las restricciones impuestas desde Moncloa y defendía la «libertad», otros territorios pedían que el estado de alarma volviera a ser decretado. El Gobierno así lo hizo, aunque en un primer momento solo lo decretó para la Comunidad de Madrid.
Se cumplen cinco años del estado de alarma y del inicio del confinamiento obligatorio
Fernando Simón, sobre el confinamiento: «Había que hacerlo»
El que fuera el portavoz durante la pandemia, Fernando Simón, ha recordado en una entrevista concedida al Telediario los momentos más difíciles de la emergencia sanitaria mundial. «Todo el mundo entendía que había que hacerlo, lo que no se sabía es si se podía hacer», ha dicho sobre la decisión de confinar a la población. «Estábamos ya en una situación en la que si no nos adelantábamos, la catástrofe iba a ser mucho mayor de lo que fue».
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) ha reconocido que conocían «relativamente poco a la enfermedad» y que no contaban con «información suficiente para poder justificar decisiones de ese calibre». Sin embargo, «consideramos que teníamos que ser honestos con la evidencia de la que disponíamos y trabajar con ella», ha dicho.
Los bulos durante la pandemia
Con la primera ola de coronavirus, también aterrizaba la primera ola de desinformación. Agencias de verificación desmintieron más de 8.000 bulos en todo el mundo durante la pandemia del COVID-19. La desinformación contra la ciencia crecía en internet y, en España, ocho de cada 10 ciudadanos son conscientes de haber recibido informaciones falsas y cerca de un tercio todavía piensa que las autoridades mienten sobre las vacunas o su eficacia.
Aun así, pese al empeño del negacionismo, la campaña de vacunación fue un éxito. Araceli fue la primera mujer en recibir la vacuna y a ella le siguieron más de un millón de personas en los primeros 30 días. «La población sabe perfectamente que lo que ha permitido acabar con la pandemia ha sido el sentido común y la ciencia», explica a TVE Amós García, expresidente de la Asociación Española de vacunología.
Los bulos durante la pandemia del COVID-19
La polémica por las cifras de muertos en las residencias
Una de las situaciones más dramáticas se vivió en las residencias porque muchos de esos mayores nunca llegaron a los hospitales para ser atendidos. Casi 35.000 personas murieron en esos centros hasta 2023 y, de ellas, 6.900 fallecieron en residencias madrileñas.
El choque entre Moncloa y la comunidad de Madrid por la gestión en la primera ola de la pandemia, ha escalado en las últimas horas. El PP de Madrid ha roto relaciones con el Delegado del Gobierno por sus acusaciones en redes sociales y el gobierno de Ayuso anuncia que se querellará contra la socialista Reyes Maroto —que ha rectificado sus palabras— por decir que 7.291 personas mayores fueron asesinadas.
En el centro del debate ha estado la aplicación de los protocolos de derivación, que habrían impedido trasladar a pacientes de las residencias a hospitales. La Comunidad de Madrid niega esos protocolos, mientras que la ministra de Sanidad, Mónica García, dice que fueron un hecho.
El duelo de las familias
Ángela sigue sin cerrar el duelo por la muerte de su madre. La vio por última vez el 8 de marzo de 2020. «Me despedí pensando que volveríamos a verla, pero fue una despedida para la eternidad», lamenta. Falleció un mes más tarde y, desde entonces, carga con el convencimiento de que pudo hacerse más.
Una pregunta revolotea, aún cinco años después, en la cabeza de los familiares: «¿Por qué no fueron trasladados al hospital?» Ponen el foco en unos protocolos del Gobierno regional. «Existieron, estaban firmados por la Consejería de Sanidad. Venían a decir que una persona que viviera en una residencia y que tuviera un problema cognitivo o de movilidad, quedaba excluido de derivación hospitalaria», explica a TVE Alberto Reyero, exconsejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid.
La Comunidad de Madrid sostiene que nunca hubo protocolos firmados por políticos, y ninguna denuncia, de las centenares que se presentaron en los juzgados, ha tenido éxito. Tampoco en Cataluña, la segunda comunidad que sumó más fallecidos.
Muertos en las residencias por covid: sus familias siguen sin cerrar el duelo y cuestionan los protocolos de Madrid
La huella de la pandemia en el empleo: el teletrabajo
En 2020 el teletrabajo se multiplicó por siete en nuestro país, aunque otras empresas no pudieron adaptarse y tuvieron que echar el cierre. Ahora, la huella del confinamiento se ha traslado en una reducción del trabajo presencial.
El año 2024 acabó con más de tres millones de personas teletrabajandoalgún día de la semana, la cifra más alta de la historia. Esta opción se concentra en sectores muy digitalizados donde las empresas atraen talento con el teletrabajo, pero sin perder productividad.
Récord de teletrabajo: más de tres millones de personas se quedan en casa algún día de la semana
La España que salía a aplaudir a los sanitarios desde los balcones
La noche del 14 de marzo, con toda la población ya confinada, surgió el primer aplauso colectivo para dar las gracias a los sanitarios que estaban luchando contra el virus. Una especie de abrazo colectivo desde los balcones que se repitió cada día de manera puntual a las 20:00.
«Vivimos situaciones muy críticas como que se muriera un paciente en una habitación y que otro pidiera que no nos fuéramos, porque ahora le iba a tocar a él. El personal se rompía», ha recordado Esther Rey, directora de enfermería del Hospital de La Paz.
Los aplausos no solo sirvieron para agradecer a los profesionales de la salud: un estudio de la Universidad Complutense de Madrid ha confirmado que fue útil para tolerar mejor el esfuerzo que conllevó permanecer confinados en nuestros domicilios.
Los recuerdos que nos dejó la pandemia
En las primeras semanas de la pandemia, nuestras casas se convirtieron en nuestro único espacio. En ellas, trabajábamos, estudiábamos, jugábamos o cocinábamos. Por eso, el Telediario ha pedido a sus espectadores que compartieran fotografías representativas de aquellos días. Esta es una muestra de cómo se vivió la pandemia en los hogares y en la sociedad española.
La desescalada y la nueva normalidad
Tras casi 50 días de confinamiento, a finales de abril de 2020 llegó la desescalada. Los primeros fueron los niños menores de 14 años, a los que se permitía salir a la calle una hora al día. A principios de mayose instauraron las franjas por edades para poder salir a pasear cerca de casa y la normalidad comenzó a volver poco a poco, pero algunas cosas permanecieron.
Un ejemplo son lascompras online, que aumentaron desde la pandemia. Inés, por ejemplo, cuenta a TVE que empezó a utilizar esta vía de consumo durante el confinamiento y que ahora ha tomado como costumbre hacer la compra a través de internet.
Otras costumbres también se quedaron. «Somos más conscientes de lo vulnerables que somos, de los agarraderos a los que podemos asirnos cuando tenemos dificultades», explica José Antonio Luengo, vicepresidente del Consejo General de la Psicología.
Tras casi 50 días de confinamiento por la covid-19, llegó la desescalada y la normalidad
Los saludos con el codo, las mascarillas, vivir el presente, buscar casas con terraza, el tardeo. La nueva normalidad que instauró la pandemia nos obligó a cambiar nuestros hábitos sociales, el ocio y la forma de relacionarnos. Poco a poco se recuperó, pero algunas cosas se quedaron para siempre.
Estábamos en plena pandemia cuando entrevistamos a Laura y sus amigas por videollamada. La movilidad era complicada todavía. Queríamos contar en un reportaje cómo el covid-19 había impactado en el ocio de los más jóvenes y, como regulador de emociones, también en su estado de ánimo.
Laura y sus amigas nos contaban que estaban en un bar, a diez minutos de salir corriendo a casa por el toque de queda. Era un viernes por la noche, e ir a una terraza se había convertido en el único plan. Tampoco podían sentarse más de cuatro amigos en la misma mesa, algo impensable antes. Tenían entre 18 y 20 años.
También por videollamada, desde casa de unas amigas, entrevistamos a Alex, que tenía 20 años. Aparte de pequeñas reuniones con dos o tres amigos, no hacía más que jugar en línea a videojuegos. Ya no podían quedar para tocar música y algunos tenían miedo a contagiar, así que habían descubierto esa forma de ocio a través de la pantalla. Pasaba demasiado tiempo en casa. Como Laura, 21 años, frustrada por la falta de contacto. Decía que se sentía en una burbuja y que en la nueva normalidad todos los jóvenes estaban muy mal, aguantando la presión de quienes les culpaban de no cumplir con las restricciones.
Así ha cambiado el ocio entre los jóvenes por la pandemia: más diurno y más digital
Cinco años después de la pandemia, les hemos entrevistado de nuevo y esta vez en persona.
El covid-19, ¿un recuerdo lejano?
¿Recuerdas aquellos días o han quedado muy lejos? Todos coinciden en que sienten aquellos días como algo muy lejano. “Lo tengo muy difuso y ya prácticamente no me acuerdo de cómo cambiaron los planes”, explica Laura García. Rodeada de sus amigas, pero ahora sin mascarilla y sin hora para volver a casa.
“Toda la etapa covid la recuerdo como una semana rara, no tengo un recuerdo nítido de la experiencia“
“Fue un parón en mi vida, tiempo muerto, desapareció, no lo recuerdo para nada”. Así es como lo recuerda Alejandro Cano. “Es como una especie de vacío, ni iba a sitios, ni a festivales, ni progresaba como persona. Me afectó bastante en esos momentos tener que frenar todo y parar, me generó mucha ansiedad, estaba acostumbrado a otro ritmo de vida. Luego la vuelta a la normalidad me generó también ansiedad. Fue un cambio difícil”.
Cinco años después, volvemos a hablar con el mismo grupo de jóvenes que TVE entrevistó en marzo de 2021 RTVE
Laura Ibáñez lo vive de manera similar. “Tengo la sensación de que ha pasado tanto tiempo que ni lo recuerdo. Para mí es como si hubiera sido una semana y esa semana hubiera pasado hace 20 años. Esa es la sensación que tengo. No la recuerdo vívidamente, igual que recuerdo, por ejemplo, con 19 años cuando fui a mi primer festival de música. Toda la etapa covid-19 la recuerdo como una semana rara, no tengo un recuerdo nítido de la experiencia, como si estás enfermo en casa y te quedas toda la semana. No tengo recuerdos nítidos de la experiencia. Me parece que han pasado siglos desde entonces.
“Besos nada, abrazos nada. Aquí lo que solemos hacer es chocar el puño y yo lo mantengo“
Cuando meten la mano en un abrigo y sale una mascarilla, por ejemplo, les viene la imagen de todos aquellos cambios. Algunos se han acabado incorporando, como “la higiene, lavarte más las manos”, dice Victoria, “cuando hay mucha gente igual te acuerdas más”. “Estás en una discoteca y escuchas a alguien toser y te echa para atrás más que antes”, explica Laura García. También le pasa a Laura Ibáñez, “si alguien tose en el metro ya estoy todo el viaje tensa diciendo ‘es que este es un espacio muy cerrado’, ‘es que hay mucha gente’, ‘es que no sé qué’. Y eso yo antes no lo pensaba jamás”. “Besos nada, abrazos nada. Aquí lo que solemos hacer es chocar el puño y yo lo mantengo. Ahora mismo soy adicta a chocar el puño”. Alejandro piensa que antes “era más difícil hacer amigos”. “Ahora es más fácil, ya no te tienes que saludar con el codo”.
Añoraban sentarse en la misma mesa a tomar algo sin pensar en el número de personas, volver a tocar la guitarra con sus amigos, Alejandro dejó la música por la pandemia, era imposible juntarse a ensayar. Laura es mucho más activa y deportista. La escalada es su nueva forma de hacer ejercicio y socializar. Todos coinciden en que sienten como si les hubieran robado unos años fundamentales, de los 18 a los 20 años. Perdieron graduaciones, viajes, el inicio de la universidad, sus hábitos de ocio.
Victoria aún se sorprende cuando piensa en su último día de clase. “Mi último día de colegio para siempre, cerrar una pantalla y que eso fuese, ya está y ya está. Había acabado bachillerato”.
Lo que más se ha quedado es el tardeo. Salir antes, pasar más tardes de terraza y menos noches de discoteca. Ahora disfrutan más del tiempo al aire libre.
Y si llegará otra pandemia …
¿Imagináis otra pandemia? La cara lo dice todo. No quieren ni pensarlo. Costó mucho volver a lo de antes, fue progresivo. La normalidad dejó de ser nueva y volvió a ser simplemente normal cuando volvieron a sentirse libres de restricciones y retomar los planes tantas veces pospuestos con sus amigos.
¿En qué momento sentisteis que había acabado todo? Laura García y sus amigas viajando con el interrail: “Lo fuimos aplazando, en 2020 y en 2021 seguía habiendo restricciones y dijimos bueno, nos vamos en 2022 o no nos vamos a ir nunca. Y nos fuimos. Era el viaje que teníamos pendiente desde el bachillerato”. “Nos supo mejor porque llevábamos un montón de tiempo esperándolo. Y es verdad que ahí ya sí que notamos que las restricciones ya no existían para nosotras. Bueno, yo no cogí el covid-19 en Praga, pero el resto sí. Salíamos a las discotecas y hacíamos de todo. Fue como recuperar la vida normal. El punto de inflexión en el que volvimos a salir, como antes».
Alejandro Cano, tiene 25 años RTVE
Alejandro, cuando pudo ir al primer festival: «Tanta gente en un espacio, aunque fuera al aire libre, era impensable, eso me hizo darme cuenta de que ya, ¡fin de la pandemia!».
“Valió la pena por darme cuenta también de que hay que tener ganas por vivir y por estar en la calle, por estar fuera y por crear más relaciones personales. Y no puedes vivir en un mundo tecnológico donde todo el mundo está aislado porque no es sano, no eres feliz a través de una pantalla. Eres infeliz. Es tristeza”. Es la conclusión que saca Laura Ibáñez, lo que aprendió en esos días de confinamiento y pantallas. “Bueno, he aprendido a manejar la ansiedad y los cambios repentinos porque de la noche a la mañana se ha comprobado que puede cambiar todo”, concluye Alex.