14 de marzo de 2025
Este viernes se cumplen cinco años de la declaración en España del estado de alarma por la pandemia de covid-19, el coronavirus que en cuestión de pocos meses se propagó por todo el mundo y que obligó a las autoridades a decretar un confinamiento. En el mundo del deporte, eso se tradujo en competiciones paralizadas, recintos vacíos y unos Juegos Olímpicos, los de Tokyo 2020, que se tuvieron que posponer un año.
Algunos eventos directamente se suspendieron, otros se aplazaron, se acortaron calendarios y competiciones regulares como LaLiga o la Champions sufrieron un parón seguida de una reanudación con estadios vacíos y el formato de competición alterado para poder otorgar los trofeos de campeón pertinentes. Se trataba de evitar un caos aún mayor, sobre todo económico en forma de quiebra.
[El coronavirus en el deporte, en RTVE Play]
De hecho, la economía de los clubes deportivos se vio muy afectada, en distintos niveles según el potencial de cada entidad. El Gobierno permitió a las empresas acogerse a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs), a los que tuvieron que recurrir clubes de la importancia del Atlético de Madrid o el FC Barcelona, aunque excluyendo a la primera plantilla de fútbol masculino.
NBA: del positivo de Gobert a la ‘burbuja’ de Orlando (y La Fonteta)
Empezamos por la liga estadounidense de baloncesto, la NBA, por ser el gran detonante a nivel deportivo. Y todo comenzó con un positivo, que se puede considerar el primero conocido de un deportista de alto nivel en todo el mundo: el francés Rudy Gobert. El por entonces jugador de los Utah Jazz, ahora en los Timberwolves, había hecho una broma de mal gusto en una rueda de prensa días atrás al fingir que echaba el aliento sobre los micrófonos y los tocaba. Era también señal de que el virus ya amenazaba desde meses atrás, no fue cosa de un día para otro.
Como tampoco lo fue la vuelta a la normalidad, ni mucho menos la vuelta a la competición. Tras semanas, que luego fueron meses, de confinamiento y de darle vueltas al cómo y dónde, la NBA decidió jugar en la conocida desde entonces ‘burbuja de Orlando’. Hasta julio no se reanudó la competición, jugándose primero ocho partidos de fase regular para determinar la clasificación a los playoff. Estos dieron comienzo en agosto y la gran final, el 30 de septiembre. Los Ángeles Lakers de LeBron James se proclamaron campeones al derrotar a Miami Heat el 11 de octubre en el sexto partido. En octubre suele comenzar la temporada regular, con lo que el calendario de la 2020-2021 ya venía alterado de antemano.
En España la ACB ideó un formato similar y eligió las instalaciones de Valencia, La Fonteta y L’Alquería, para finalizar la temporada con 12 equipos divididos en dos grupos de seis, unas semifinales y una final. La elección de la capital valenciana tuvo un componente emotivo por ser considerado uno de los focos de entrada del virus en España. El madridista Trey Tompkins fue el primer caso de un positivo por covid-19 en la liga española. En lo deportivo, la fase final disputada entre junio y julio terminó con la victoria en la final del Baskonia frente al Barça por un ajustado 67-65. Por cierto que las competiciones europeas, Euroliga y Eurocup, directamente se cancelaron.
Sin Juegos ni Eurocopa (ni Copa América) hasta 2021
Hemos destacado la NBA por ser la competición que nos dio el ‘paciente cero’ del mundo del deporte. Pero sin duda el impacto mayor fue el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de verano en Tokio. Tokyo 2020 se mantuvo como marca comercial a pesar de que se celebraron en 2021. Una decisión sin precedentes, puesto que sí se habían vivido cancelaciones con anterioridad por guerras.
Fueron muchas las presiones de las distintas federaciones deportivas sobre las autoridades de Japón y sobre el COI, que finalmente acabaron cediendo ante la evidencia un 24 de marzo. Pero no fueron los únicos eventos internacionales que aprovecharon el ‘hueco’ en 2021 para salvar la programación y evitar así mayores pérdidas. La Eurocopa de fútbol y la Copa América, organizadas por la UEFA y la CONMEBOL, también aprovecharon el verano siguiente. Esa decisión trastocó todo lo demás, puesto que la Eurocopa femenina que estaba prevista para 2021 se disputó en 2022, y así con todo.
Fuera ya de 2020 el virus siguió haciendo de las suyas y en el caso de la Eurocopa se vivió un momento particularmente agitado en España con el positivo de Sergio Busquets, capitán de la Roja, a escasos días de un partido amistoso contra Lituania y a ocho del debut en el torneo. La selección sub-21, entonces dirigida por Luis de la Fuente, acudió para cumplir el expediente con toda la absoluta en cuarentena. La selección española de Luis Enrique finalmente pudo disputar la Eurocopa y llegó hasta las semifinales. En América, la Argentina de Leo Messi se proclamó campeona frente a Brasil en Maracaná, añadiendo un nuevo capítulo a la maldición de la ‘canarinha’ con su estadio más emblemático. En ambos torneos se fueron abriendo las puertas de los estadios, limitando los aforos y con mascarillas. Un año después la normalidad todavía estaba lejos. Aunque la final europea entre Italia e Inglaterra fue vista en Wembley por más de 67.000 espectadores.
En versión más doméstica, la Copa del Rey de fútbol vivió también su aplazamiento cuando sólo quedaba la final por disputarse. Iban a jugarla Real Sociedad y Athletic Club de Bilbao, pero el desenlace de la temporada 2020 tendría que esperar a abril de 2021, dándose la curiosa circunstancia de que los vizcaínos se clasificaron también para la final de esa misma temporada, que jugarían contra el FC Barcelona. Un trofeo ansiado desde 1984 que tendría que esperar. En un abril de 2021 maldito para la historia del Athletic vieron esfumarse la final aplazada el día 3 frente a la Real (1-0) y el día 17 frente al Barça (0-4). La Cartuja de Sevilla fue el escenario en ambos casos y en los dos sin público.
La Champions League, foco del ‘paciente cero’ español
Aquella temporada 2019-2020 de la Champions League tuvo un antes y un después de la segunda semana de marzo, y no sólo por el cierre de los estadios. El Atlético de Madrid llegaba lanzado y eufórico después de haber consumado la eliminación del Liverpool, defensor del título, con una remontada espectacular en Anfield (2-3), culminada en la prórroga; fue un 11 de marzo. A la semana siguiente, que estaban previstos los encuentros de vuelta de otras eliminatorias, entre las que estaban el Barça y el Madrid, ya no hubo partidos. Estos tuvieron que esperar a que se reanudara la competición en agosto. Los azulgrana eliminaron al Nápoles en casa, sin público por supuesto, mientras que el Madrid cayó en el Eithad Stadium ante el Manchester City; el primero de los ‘derbis’ de Champions, como los ha definido recientemente Pep Guardiola.
Había un cuarto equipo español en aquella edición, que era el Valencia. Al cuadro ché le tocó el Atalanta de Bérgamo, jugándose la ida en Italia a finales de febrero. Pero ya entonces se tuvo que disputar el partido en San Siro, en Milán, por las restricciones en la región de Lombardía. Italia se convirtió en el principal foco en Europa y de aquel partido volvió a España nuestro particular ‘paciente cero’, el periodista Enrique Mateu, que fue a cubrir el mismo. Y todavía estábamos en febrero. En lo deportivo, el Atalanta eliminó al Valencia con 8-2 de global e idéntico resultado en cada partido. La vuelta en Mestalla se jugó un 10 de marzo, ya sin público, pero aquella eliminatoria está en el foco por las sospechas de contagios masivos. Tampoco se libró de las sospechas el Liverpool – Atlético mencionado antes.
La UEFA decidió que primero se completaran las eliminatorias de octavos y después los cuartos se jugaran a partido único en Portugal, repartidos entre el Estadio da Luz y el José Alvalade. El Leipzig alemán derrotó al Atlético por 2-1, mientras que en el Estadio da Luz… la misma se le apagó al Barça al recibir un 2-8 del Bayern Múnich, a la postre campeón. Los bávaros vencieron en la final a un PSG que llegaba como gran favorito comandado por Neymar y con un joven Kylian Mbappé empezando a asombrar a Europa y al Mundo.
LaLiga: remontada del Madrid en confinamiento; Atleti, campeón en la nueva normalidad
Dentro del aluvión de parones y aplazamientos, el de la liga española de fútbol tuvo un ‘aperitivo’ de cómo sería la reanudación con el partido Eibar – Real Sociedad. Este encuentro iba a jugarse en un primer momento en febrero, pero los gases contaminantes por el incendio del vertedero de Zaldibar obligaron a aplazarlo al 10 de marzo. A cuatro días de decretarse el confinamiento, Ipurua se quedó vacío por precaución y como aviso de lo que llegaría después. Dos días antes se había cerrado la jornada 27 con la derrota del Real Madrid en casa del Real Betis (2-1), cediendo el liderato los blancos al Barça.
Los pupilos entonces de Zinedine Zidane habían logrado tan sólo dos victorias en diez partidos. Llegó el parón y llegó la reanudación con once jornadas a disputarse entre junio y julio, en las que los blancos hicieron una remontada ganando diez de aquellos partidos ante asientos vacíos. El sonido de aquellos duelos escuchando de forma nítida el golpeo del balón y los gritos de los jugadores fue la imagen de aquella temporada. Por cierto, que el partido elegido por LaLiga para la reanudación fue un derbi Sevilla – Betis, 11 de junio de 2020.
Pero sin apenas descanso comenzó la temporada siguiente, la 2020-2021, y empezó la llamada nueva normalidad también para el deporte; y el fútbol no era ajeno. Los aficionados ya nos acostumbramos en la anterior a oír hablar en las previas sobre los tests PCR y los equipos cruzaban los dedos para que no saliera algún positivo. Un foco de contagio podía llegar a provocar la suspensión de partidos. Los estadios siguieron vacíos hasta bien entrado 2021 y el Atlético de Madrid, campeón de liga esa temporada, tuvo que celebrar sin público el alirón en el Nuevo Zorrilla de Valladolid. La paradoja fue que un buen número de aficionados se trasladaron a Pucela para animar al Atleti a su llegada y celebrar el triunfo después… sin distancia de seguridad.
Una temporada atípica en tenis; un campeón excepcional
La temporada 2020 en tenis se acortó por la pandemia. El Open de Australia se pudo jugar al ser en enero y pudimos ver coronarse de nuevo a un Novak Djokovic que se mostraba intratable, mientras que en el cuadro femenino la española Garbiñe Muguruza rozó la gloria pero se la acabó arrebatando en la final una por entonces desconocida Sofia Kenin. Llegaron las cancelaciones, entre ellas las de Wimbledon, pero los otros dos Grand Slam siguieron adelante. También se vieron afectados Masters 1000 como el de Indian Wells o el Mutua Madrid Open. La Copa Davis, que en 2019 había estrenado el formato ideado por el Grupo Kosmos de Gerard Piqué -y con triunfo final de España- también optó por el aplazamiento.
Los otros dos Grand Slam siguieron adelante con todas las restricciones posibles y sin público. El US Open, en Nueva York, siguió el ejemplo de la NBA y organizó su propia ‘burbuja’. Djokovic parecía incontestable en esa corta temporada, pero se encontró en Flushing Meadows con su peor versión de sí mismo y fue descalificado en octavos de final por dar un pelotazo a una juez de línea. De nada le valieron las disculpas al serbio, más que para limpiar su imagen. El gran beneficiado fue el español Pablo Carreño, que avanzó a cuartos y luego a semifinales tras derrotar a Shapovalov. En semifinales acabaría siendo vencido por Alexander Zverev, quien a su vez no pudo en la final con Dominic Thiem. El austriaco se quitaba así la ‘espina’ de Melbourne contra ‘Nole’.
Por su parte, un Rafa Nadal muy concienciado con la pandemia decidió no desplazarse a Nueva York y se centró en Roland Garros, que había movido sus fechas de las habituales en primavera a octubre. El Abierto de Roma también movió sus fechas e hizo de antesala al Grand Slam por excelencia de la tierra batida. En semifinales el argentino Diego Schwartzman puso en evidencia la falta de ritmo competitivo de Rafa y le impidió el paso. Djokovic se alzaría con el triunfo final. El ‘Peque’ en semifinales y ‘Nole’ en la final volvería a ser el cuadro en París, pero esta vez ambos se toparon con un gigante, que es en lo que se convertía por entonces Nadal cuando le tocaba defender la Copa de los Mosqueteros. Supuso su Grand Slam número 20, igualando a Federer.
Dentro de lo atípico de la temporada cabe destacar el torneo veraniego organizado por la RFET a instancias de Feliciano López, en lo que supuso el regreso a las pistas de algunos tenistas españoles. Una primera toma de contacto aunque sin público. En el lado negativo, el torneo denominado Adria Tour, con público y fiesta final incluidas, organizado por Djokovic. Las críticas llovieron al anunciarse positivos por covid-19 empezando por Grigor Dimitrov y siguiendo por el propio ‘Nole’ y su entrenador, Goran Ivanisevic. Al año siguiente el serbio seguiría dando la nota en lo que al virus se refiere por mostrarse reacio a vacunarse, lo que le hizo perderse varios torneos.
Otra noticia negativa, esta ajena al coronavirus, fue el anuncio de Carla Suárez de que padecía linfoma de Hodgkin, que afortunadamente acabaría superando. Se quedó en un susto.
Ciclismo: un tal Pogaçar surge en medio del caos
La temporada 2020 del panorama ciclista fue igual de atípica que en otros deportes, con la salvedad de que fue el primero en el que se vio algo de público en las cunetas, desafiando las restricciones. Y eso que las había. Como pasó en otros deportes hubo pruebas canceladas, como la Volta a Catalunya y la Itzulia-Vuelta al País Vasco en España. Otras, como las tres grandes vueltas, movieron su calendario. El parón duró desde marzo hasta agosto, con la Strade Bianche el mismo día 1, que ganó el belga Wout Van Aert.
De las tres grandes la primera en empezar fue el Tour de Francia, antes que el Giro. La ronda gala fue de finales de agosto al 20 de septiembre, la única que aguantó en pleno verano. Dentro de lo atípico, la carrera coronó a un ciclista esloveno por entonces algo desconocido, pero que más tarde daría que hablar: un tal Tadej Pogaçar; ¿les va sonando? Ese año venía de hacer un tercer puesto en la Lieja-Bastoña-Lieja y un cuarto en el Critèrium Dauphiné, que sí se llegaron a disputar. Había nacido una estrella. Primoz Roglic, que nos sonaba un poco más por la Vuelta 2019, se quedó con la miel en los labios.
El Giro de Italia, disputado entre el 3 y el 25 de octubre, lo acabó ganando el británico Tao Geoghegan Hart. Pero cabe más destacar que la nueva normalidad trajo ya desde el Tour el ‘salseo’ de los tests PCR previos a las etapas. Como ya hemos visto en el caso del fútbol, un foco podía dar al traste con los intereses de todo un equipo y dentro de los protocolos estaban previstas las cancelaciones. Por otro lado, el cambio de calendario motivó que las etapas de alta montaña se convirtieran en un auténtico calvario para los ciclistas por las bajas temperaturas de la época.
Una situación que se agravó en la Vuelta a España, disputada entre el 20 de octubre y el 8 de noviembre. El esloveno Primoz Roglic reeditó el triunfo en la general, dejando grandes etapas como la ascensión a La Covatilla y a los Lagos de Covadonga, desafiando a sus rivales y al frío. Fue la última de las tres grandes y casi la última prueba ciclista, de no ser por la Clásica Brujas-La Panne. La París-Roubaix (Francia) y el Tour de Guanxi (China), que iban a ser posteriores, fueron cancelados.
Motor: Joan Mir, el último de Suzuki en MotoGP; el séptimo de Hamilton en F1
Decir que las temporadas de los mundiales de motor fueron atípicas a estas alturas es ya una reiteración absurda. Baste señalar que en los de motociclismo se cancelaron todos los grandes premios que se disputaban fuera de Europa y para compensar en Jerez se celebraron dos seguidos. También en F1 hubo varios circuitos que hicieron ‘doblete’, como el de Austria o SIlverstone, en Reino Unido. Se trataba de salvar la temporada como fuera para evitar lo que habría sido una ruina económica. El calendario se acortó, lo que contrasta con la situación actual en que se jactan de los mundiales más largos de la historia.
En lo deportivo, la Fórmula 1 vivió un hito con el séptimo Mundial de Lewis Hamilton, entonces en Mercedes, igualando a Michael Schumacher. En MotoGP se coronó el español Joan Mir montando una Suzuki, en lo que sería el último gran éxito de la marca japonesa en la máxima categoría. Actualmente ya no hay ‘suzukis’ rodando por los circuitos de MotoGP. En Moto2 se llevó el título el italiano Enea Bastianini, ‘La Bestia’, y en Moto3 un colombiano originario de Madrid, David Alonso. En el Mundial de Superbike se llevaría el título de calle el británico John Rea, el que sería el sexto y último de su palmarés hasta la fecha.
El 4 de junio de 2021, en el Circuit de Catalunya-Montmeló (Barcelona) el público por fin volvió a las gradas para un gran premio de motociclismo. Era el ruido que le faltaba a las carreras. En la F1 se abrió algo antes, ya en 2020, porque algunas autoridades lo permitieron como el GP de Sochi en Rusia.
Epílogo: un virus que llegó para quedarse y cambiarlo todo
El covid-19 no se fue tal como vino. Ya hemos visto que sus efectos se dejaron notar hasta 2021, pero también en 2022. Los protocolos sanitarios en el deporte de primer nivel hicieron que nos acostumbráramos a los tests PCR previos a las competiciones y el anuncio de una baja por positivo nos empezó a sonar igual que una lesión entre los deportistas. El público volvió a los recintos de manera gradual y no de manera uniforme en los distintos deportes. No es lo mismo una grada a cielo abierto que un pabellón cerrado. El caso más llamativo sin duda fue el de los Juegos Olímpicos de Tokio, celebrados sin público. Ver las gradas llenas en los recientes de París 2024 sí que ha sido una imagen de vuelta a la normalidad.
También se hicieron notar las consecuencias económicas. La pandemia dejó tocados a no pocos clubes deportivos. Ya hemos visto que el Barça fue uno de los primeros de nuestro fútbol en acogerse a un ERTE. El club azulgrana fue el más sacudido de las grandes ligas en lo que a pérdidas se refiere, consecuencias que aún viene sufriendo y condicionan su política de fichajes. Pero al menos ahí sigue, otros no pueden decir lo mismo. En Inglaterra el Wigan Athletic o en Italia el Chievo Verona anunciaron su bancarrota y actualmente militan en ligas muy inferiores. Hay otros ejemplos menos llamativos para el aficionado español como el MSK Zilina eslovaco, pero más cercano es el caso del Reus, que ya arrastraba problemas financieros y la pandemia acabó por fulminar sus esperanzas de revitalizar su maltrecha economía. Su plaza fue adquirida por el Andorra, propiedad de Gerard Piqué.
Por no hablar de las secuelas físicas por covid persistente; y si no que se lo pregunten a la marchadora española Laura García-Caro. El covid-19 hace mella en el ánimo de los atletas, también a la hora de rebelarse. La obligatoriedad de las vacunas convirtió en héroes para los negacionistas a estrellas de la talla de Djokovic, ya mencionado, o a Kyrie Irving, jugador de la NBA. Ambos se hicieron tristemente famosos por su negativa a vacunarse y al serbio le costó perderse algún Grand Slam. Eso no le ha impedido después convertirse en el más grande de la historia.
Son muestras de que la pandemia sigue aún muy presente cinco años después. Con más o menos fuerza según el potencial de cada actor, el deporte supo contener los efectos de la pandemia y reinventarse hasta poder volver a su vida anterior. Pero ya nada volverá a ser como antes de aquel 14 de marzo, ni en la vida ni en el deporte.
14 de marzo de 2025
El coronel de la UME, Francisco Javier Moreno: «El esfuerzo principal fue a las residencias»
El coronel de la UME Francisco Javier Moreno, cuenta como el 14 de marzo se activó la operación Valmis en todos los Ejércitos. «Se llevó a cabo una planificación que acabó con un documento», ha recordado. «Intentábamos transmitir en nuestras misiones, tranquilidad, calma, esperanza, que estábamos todos a una las administraciones, apoyando», asegura en La Hora de La 1.
También apoyaron en el montaje de campamentos, como el de IFEMA. «Hay que tener flexibilidad para adaptarse a lo que te está pidiendo la intervención», explica. En esos días la vulnerabilidad era en nuestras personas mayores, residencias y alli tuvimos que girar el esfuerzo principal, el contacto en esas residencias era duro pero gratificante, esa cercanía con las personas mayores y trnsmitirles nuestro cariño, era muy gratificante también».
Tiene dos imágenes grabadas, una en puesto de mando en la primera semana de abril cuando no lograban vencer la curva. «Eso te afectaba», recuerda emocionado. Y otra cuando pudo visitar el Palacio de Hielo, adonde llevaban a los fallecidos: «No es lo que se ve sino ver el comportamiento de mis compañeros, soldados, cabos, cómo hacian su trabajo ahora lo hemos podido ver en la dana, dan lo mejor y tratan al fallecido como uno más».
14 de marzo de 2025
El covid-19 pasó como un huracán por las vidas de todo el mundo, dejando, cinco años después, secuelas físicas y psicológicas a personas de todas las edades. Pero si los más afectados por el virus en sí fueron los mayores, las medidas para frenarlo se cebaron especialmente con los adolescentes.
Esta etapa entre los 12 y 18 años es de «alta vulnerabilidad desde el punto de vista psicológico», a «mucha distancia» del resto de franjas de edad, según explica a RTVE.es José Antonio Luengo, decano y presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
El estado de alarma, el confinamiento y las medidas de distancia social llegaron en un momento de gran inseguridad vital como es la adolescencia, una etapa en el que la necesidad de contacto, precisamente aquello que estaba vetado, es clave en sus vidas.
Cuando se cumple un lustro desde la irrupción de la pandemia y el aislamiento impuesto para hacerle frente, hablamos con cuatro jóvenes sobre el impacto que ha dejado en sus vidas. Una factura que, aún hoy, sigue muy presente, en forma de dificultades para socializar o una disminución del rendimiento académico, aunque también ha dejado nuevos aprendizajes.
«Salgo porque tengo amigos y no quiero perderlos»
«Yo era supersociable y ahora me he dado cuenta de que me he hecho más reservada. Antes no me gustaba pasar tiempo sola y ahora lo disfruto». Quien habla es Loren, una alicantina de 20 años, pero su diagnóstico es compartido por muchos de su edad, incluidos la mayoría de los que han participado en este reportaje.
Tenía 15 años cuando toda España se encerró en casa para evitar la propagación del virus. De un día para otro, pasó a ver a sus amigos y compañeros de clase solo a través de una pantalla. «Si me dan a elegir, prefiero quedarme en mi casa», cuenta, y reconoce: «Salgo porque tengo amigos y no quiero perderlos».
Como ella, Javi, un valenciano que ahora tiene 22 años y entonces 17, admite: «Yo antes del covid era muy sociable, no tenía ningún tipo de problema en salir de fiesta, en llegar a una clase nueva y hablar con gente sin ningún tipo de problema. Y después sí que noto que me da mucha más vergüenza».
Él cursaba primero de Bachillerato en Canadá gracias a una beca cuando comenzó la pandemia. Tras unos meses en los que se sentía bastante solo, empezó a relacionarse con un grupo de amigas con las que sentía más conexión, pero tuvo que ser repatriado a España y aquello frustró todos los planes que ya habían empezado a hacer.
«He perdido la posibilidad de haber tenido una relación profunda con ellas. Al final me fui justo en el momento que iba a ser un paso adelante en formar una relación, y eso me ha afectado mucho a la hora de tener relaciones de amistad con la gente después del covid«, relata.
«El plan predilecto siempre es quedarnos en casa»
Más dificultades para socializar y, si hay que hacerlo, quedar en casa. Carla, una madrileña que cursaba 4º de la ESO en 2020, reconoce que se quedó «tocada del tema social». «Yo le cogí mucho miedo a salir. Salí la primera vez que se permitió y viví tanto miedo que me tiré un mes sin hacerlo o saliendo lo menos posible», señala.
No cree que el encierro le proporcionara más ganas de hacer vida en la calle, sino todo lo contrario. «No sé si es por el grupo de amigos que yo tengo, pero hacemos muchos planes de estar en casa, en las de unos y la de otros». Cree que puede deberse, en parte, a que tras el desconfinamiento «nos forzaban a estar en el exterior».
En la misma línea se expresa Javi. «Con mi novio cuando hacemos planes, el plan predilecto siempre es quedarnos en casa, ver una peli, jugar a un juego», apunta. «Me siento un poco presionado por el exterior a hacer cosas fuera», añade.
Aumentan los problemas de salud mental en adolescentes por la pandemia
Campus «vacíos» y nuevas maneras de relacionarse
Viene ocurriendo desde hace años y no es solo cosa de la pandemia, señala Luengo, que además de presidir el Colegio Oficial de Psicología de Madrid es profesor en la Universidad Camilo José Cela. «Este efecto [de quedarse más en casa] lo cuentan los chicos, pero se ve en las dinámicas sociales y culturales que siempre han rodeado los campus universitarios«, subraya.
Él mismo lo nota cuando va a la facultad a dar clase y ve los campus «vacíos», algo impensable en su época de estudiante. La pandemia marcó «un antes y un después» y los campus han dejado de ser en gran medida ese «espacio de intercambio, de aprendizaje social, de cierta revolución cultural».
«Se han configurado nuevos modos de relación y, sobre todo, de divertimento. Se ha diversificado mucho más el cómo me gusta pasar el tiempo, con quién y haciendo qué». Detrás de ello está también la expansión de las redes en los últimos años.
«La pandemia nos tocó uno en un momento vital, pero nos tocó con la facilidad o la desgracia de tener redes sociales», coincide Carla, y pone de ejemplo: «No es lo mismo que yo pueda ver una película en línea con mis amigas a que me hubiera pillado la época de mis padres, que la única forma de comunicarse prácticamente era salir a la calle».
El lastre de las clases a distancia: «Me costó un montón sacarme Bachiller»
A todos ellos la pandemia les afectó en años clave como son los del paso a la universidad. Luana, una joven de 22 años de Mataró, Barcelona, pasó la pandemia estudiando la selectividad. «En otros cursos los profesores se lo tomaban con más calma, pero con nosotros no podían. Fue una carga más pesada, porque estaba el estrés de entrar en la universidad».
Tampoco fue fácil el primer año de carrera, en su caso de Diseño en Barcelona. «Era un cambio muy drástico y me tocó hacer el primer año confinada también. Y el primer año es el que tienes que conocer a la gente, fue un poco horrible», lamenta. Ella no tuvo problemas para socializar con sus compañeros cuando la situación ya se había normalizado, pero sí que sufría, igual que otros en su clase, «ansiedad social».
En tercero de carrera, pone de ejemplo, cuando ya se había dejado atrás la crisis sanitaria, «muchos llevaban mascarilla». Ella, por ejemplo, arrastra desde entonces un malestar al estar en sitios con grandes aglomeraciones. «Hace poco en un concierto estaba en pista y con cada canción me tenía que salir porque sentía que me faltaba el aire».
“«Me costó un montón sacarme bachiller. Primero lo pasé copiando y segundo repetí»,“
A nivel académico, Loren también siente que el hecho de tener las clases en línea le ha pasado «factura». «Yo estudiaba, pero a mí si nadie me explica, yo no lo entiendo. Yo miro el libro, lo copio y ya está», admite. «Me costó un montón sacarme Bachiller. Primero lo pasé copiando y segundo repetí», señala.
A día de hoy aquellos dos cursos han tenido efecto: «Yo estaba haciendo el Bachillerato científico, quería hacer algo de Ciencias de la Salud, pero por notas bajas y repetir terminé haciendo Turismo, que no me gusta».
“ No es lo mismo la enseñanza presencial que la enseñanza telemática“
El profesor José Antonio Luengo coincide. «No es lo mismo la enseñanza presencial que la enseñanza telemática. La enseñanza tiene mucho que ver con la mirada, los gestos, con cómo te mueves, con cómo facilitas la interacción. Uno no se siente igual de comprometido en un aula que por internet, y esa dinámica es fundamental en los niveles que luego tenemos», detalla.
Más ansiedad, depresión y TCA desde la pandemia
Más allá de los problemas académicos, la huella de la pandemia es muy real en la salud mental de los entonces adolescentes. Se han incrementado los trastornos mentales, en especial la ansiedad y la depresión, ha habido un aumento «notable» de los trastornos de conducta alimentaria (TCA) como la anorexia o la bulimia y también las conductas de violencia autoinfligida, como las autolesiones, desarrolla este psicólogo.
Concretamente en España, los trastornos de salud mental entre los menores aumentaron un 47% y los trastornos de ansiedad o depresivos casi se cuadruplicaron respecto a los números de 2019, según un estudio de 2022 del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, formado por varias asociaciones y sociedades de pediatría españolas.
Con la irrupción del virus se abrió ante los jóvenes «un agujero negro» por la incertidumbre por su futuro en una etapa determinante de sus vidas, según Luengo. Y afrontaban esta situación crítica con una «inexperiencia» vital que les impedía encontrar respuestas a sus problemas. A todo ello se sumó la dificultad para pedir ayuda en pleno encierro.
“Los chicos no tenían a quien consultar, no sabes lo que te pasa o no lo cuentas“
«Los chicos no tenían a quien consultar, no sabes lo que te pasa o no lo cuentas, entonces te metes en tu habitación y ahí entras en internet y encuentras a gente que te cuenta cosas extremadamente inadecuadas», expone.
Carla cree que la aparición de los «gurús del ejercicio» hizo «mucho daño» y empeoró los casos de trastorno alimentario, ya que muchas personas ya vulnerables se obsesionaron con las dietas o rutinas que promocionaba «tu youtuber favorito».
«En aquella época estaba en tratamiento por TCA y nos reunió la psicóloga al grupo de terapia y nos dijo ‘por Dios, no veáis a ciertas gurús’». A ella, dice, no le afectó tanto ya que ya estaba yendo a terapia, pero recuerda que había mucha gente sin diagnosticar que aquel momento que pudo desarrollar trastornos.
Un trauma que «todavía da mucho miedo tratar»
Cinco años después, seguimos sin haber procesado el trauma de aquellos meses, coinciden los entrevistados. «Creo que es un trauma colectivo que no se ha tratado bien y que todavía da mucho miedo tratar», considera Javi, que pone de ejemplo el malestar que sigue generando a día de hoy ver una película o una serie en la que la gente aparece con mascarillas.
Él, por ejemplo, no reconoce haber «borrado» sus recuerdos de lo que hizo durante el confinamiento. «Yo sé que me vi Anatomía de Grey entera y leí muchísimos libros», asegura. Carla, por su parte, cree que «se tiende a disociar y a borrar el momento traumático que vivimos».
“Si ya vivíamos en una sociedad individualista de por sí, con el covid hemos perdido un poco el sentido de colectividad y nos ha hecho un poco más egoístas“
Como no hemos procesado el trauma, tampoco hemos salido mejores, tal y como se decía entonces, considera Javi. «Si ya vivíamos en una sociedad individualista de por sí, con el covid hemos perdido un poco el sentido de colectividad y nos ha hecho un poco más egoístas». Sí que cree que socialmente hemos aprendido, por ejemplo, a trabajar autónonamente con el teletrabajo o la educación en línea.
«En general hemos cambiado poco los valores y los principios que rigen nuestras vidas», asevera Luengo. Y aunque cree que hemos olvidado «pronto» aquel momento traumático, sí que ve una enseñanza positiva: la «irrupción» del concepto de la salud mental. «Ahora somos mucho más conscientes de lo importante que es para vivir bien el estar bien con uno mismo», remata.
14 de marzo de 2025
El 14 de marzo de 2020, el Gobierno decretó el estado de alarma para hacer frente a un virus -entonces prácticamente desconocido- que había aparecido en la provincia china de Wuhan unos meses antes. En ese momento, la población española se vio obligada a confinarse en sus domicilios, mientras miles de negocios considerados no esenciales tuvieron que bajar la persiana. Esto provocó una caída sin precedentes del Producto Interior Bruto (PIB), que obligó a España a poner en marcha medidas de protección para salvar a familias, empleos y empresas.
Lo mismo sucedió en el resto del mundo. El planeta prácticamente se paralizó durante el segundo trimestre de aquel año, ocasionando un recorte en el crecimiento económico no visto desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
“La covid-19 fue la constatación de que las cadenas de valor globales no solo eran una forma de ganar ventaja competitiva, de reducir costes, sino que al mismo tiempo eran una fuente de vulnerabilidad”, explica a RTVE.es el Investigador principal del Real Instituto Elcano, Enrique Feás. A cierre de año, la economía mundial se contrajo alrededor de un 3% y la pobreza aumentó en todo el mundo por primera vez en una generación.
La interrupción de la actividad iniciada en China -primer exportador mundial- se tradujo en el cierre de fábricas y, con ello, en una escasez sin precedentes de productos intermedios manufacturados, esenciales para la producción de bienes en el resto del mundo. Este shock negativo de oferta (se redujo la capacidad de la economía para producir bienes) contrastó con otro positivo de demanda: al tener que quedarse en casa, aumentó el consumo de productos que permitían a los ciudadanos trabajar o entretenerse en casa. Es decir, que la pandemia disparó la demanda de bienes justo cuando la capacidad global para suministrarlos enfrentaba desafíos sin precedentes.
“Nos dimos cuenta que las cadenas de valor globales funcionaban como un reloj, pero que cuando ese reloj se para, volverlo a poner en hora tarda muchísimo más de lo que creíamos (…) Así, a pesar de que tras el impacto inicial de la covid se fueron abriendo progresivamente las fronteras, se habían producido cambios estructurales que eran difíciles de corregir en el corto plazo. Y entonces digamos que los embotellamientos en las cadenas de valor globales tardaron bastante tiempo en corregirse”, recalca Enrique Feás.
La economía española, una de las más afectadas
Los efectos fueron particularmente profundos en determinadas economías: “Quien más sufrió fue quien estaba más especializado productivamente en aquellas actividades que por razones sanitarias, de contener la curva de contagios, se mantuvieron las restricciones durante más tiempo”, afirma a RTVE.es la socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales (Afi), María Romero.
Entre otras, aquellas que dependían en gran medida del comercio internacional o del turismo. “Estas economías sufrieron una contracción de su actividad más abultada o tardaron más en recuperar su nivel previo a la pandemia”, añade la experta.
Según datos del Banco de España, entre las economías avanzadas, la contracción económica durante 2020 fue superior en el Reino Unido y en el área del euro, donde la diferencia entre la variación observada del PIB y la prevista antes de la crisis alcanzó los 11 y los 8 puntos porcentuales (pp), respectivamente, frente a impactos en torno a 5 pp en Estados Unidos o en Japón.
Dentro de la zona del euro, la economía más afectada fue la española, con un impacto superior a 12 pp; seguida de Malta y Grecia —con un impacto de 11 pp— y de Portugal, Francia e Italia —por encima de 9 pp del PIB—; mientras que este fue inferior a los 5 pp en Luxemburgo, Finlandia y Lituania, y prácticamente nulo en Irlanda.
Tal como explica el supervisor, el peso de los servicios de mercado en Francia, Italia y España es mayor que en el conjunto del área del euro, si bien se observan diferentes patrones de especialización en cada uno de estos países. Mientras que Francia destaca en las ramas de información y comunicaciones y de actividades profesionales, científicas y auxiliares; Italia y, sobre todo, España presentan un mayor peso de las ramas de comercio, transporte y hostelería y de actividades artísticas, recreativas y otros servicios, más afectadas por la covid-19.
Una respuesta excepcional a una situación excepcional
Esta situación inédita en el panorama económico mundial motivó la adopción de medidas también extraordinarias. “El mundo había aprendido de sus errores. El lema de crisis financiera, de que cada palo aguante su vela, se corrigió y se dijo bueno, si hay un shock que afecta a todos, lo lógico es poner en común recursos para salir adelante”, subraya el Investigador principal del Real Instituto Elcano.
En el caso de la Unión Europea, se aprobaron los llamados fondos Next Generation EU y se suspendieron provisionalmente las reglas fiscales con el fin de que los estados pudieran aumentar su gasto para hacer frente a las consecuencias de la pandemia.
España fue uno de los países más beneficiados: le fueron adjudicados 163.000 millones de euros, de los 750.000 del total previsto. “Aunque también los mercados financieros, porque digamos que la Unión Europea lanzó el mensaje de que cuando hay problemas comunes se reacciona de forma común y no se deja que caigan los países, lo cual hubiera provocado otra crisis financiera, como la que tuvimos en el 2010”, añade.
A su vez, los Gobierno nacionales pusieron en marcha medidas como los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), subsidios a autónomos, líneas de avales a través del ICO dirigidas fundamentalmente a proporcionar liquidez a las pymes, moratorias en las hipotecas o el llamado ‘escudo social’ para evitar el corte de los suministros básicos a hogares vulnerables.
“Se decidió adormecer la economía hasta que las empresas pudiesen reabrir, porque no era un problema de que el tejido productivo estuviese dañado, que hubiese trabajadores con cualificación distinta a lo que exige el mercado o que los consumidores no quisieran consumir. Sino que la crisis sanitaria obligó a encerrar a las personas en casa y a cerrar muchas actividades económica”, señala a RTVE.es el catedrático de la Universidad de Valencia e investigador de FEDEA, José Emilio Bosca.
Una recuperación a diferentes velocidades
Así, “dependiendo de la magnitud del shock macroeconómico, unos países salieron antes y otros después”, sostiene Bosca, aunque en este proceso han influido otros factores como la invasión rusa en Ucrania o la guerra en Gaza.
China fue una de las primeras en recuperarse. Las medidas para contener la curva de contagios, el impulso de la inversión pública o la demanda internacional de productos relativos a la pandemia llevaron a la economía china a registrar un crecimiento del PIB del 2,3% en 2020. Un año después repuntó un 8,4% y siguió al alza durante los próximos ejercicios, hasta cerrar 2024 con un avance del 4,8%.
Estados Unidos también experimentó una recuperación rápida, impulsada por amplios estímulos fiscales y monetarios, aunque el repunte de la demanda provocó posteriormente tensiones en las cadenas de suministro y un fuerte aumento de la inflación. En 2020 experimentó una caída del 2,2% del PIB frente al incremento del 6,1% un año después, mientras que a cierre de 2024 avanzó a un ritmo del 2,8%.
En el caso de la Unión Europea, la recuperación fue más desigual. Alemania y los países nórdicos lo hicieron con relativa rapidez, mientras que economías más dependientes del turismo, como España e Italia, tardaron más en volver a niveles previos a la pandemia. Entre otros motivos, también porque la caída fue mucho mayor: “Nos costó hasta prácticamente 2023 recuperar el PIB anterior, mientras que otros países, como Alemania, lo hicieron un año o año y medio antes”, recalca el experto.
Cinco años después de la irrupción de la pandemia, sin embargo, España es la economía que más crece entre las grandes del bloque comunitario, con un aumento del PIB que es cuatro veces superior al de la eurozona. “Estos cinco años han sido absolutamente convulsos. En ese sentido, podemos decir que ahora en términos macroeconómicos no nos va mal, comparado con muchos de estos países que se recuperaron antes de la crisis del covid y que han sufrido más la otra crisis de la energía”, sentencia.
En el caso de América Latina, la recuperación fue más lenta debido a unos sistemas sanitarios y redes de seguridad social débiles, el margen limitado para el apoyo fiscal y el impacto prolongado en sectores clave como el turismo y la exportación de materias primas. Mientras que los países de África enfrentaron una recuperación desigual, afectada por el acceso limitado a vacunas y la falta de recursos para estímulos económicos significativos.
La pandemia de la desigualdad
Entonces, ¿estamos mejor o peor que hace cinco años? Los expertos consultados dan por superada la crisis de la covid-19, aunque un lustro después las cicatrices económicas y sociales aún persisten. “Hemos recuperado los niveles en buena parte de los indicadores macro, pero es verdad que se han abierto brechas que son difíciles de recuperar”, afirma la socia directora de Economía de Afi.
Entre otros, recuerda que la tendencia que exhibían algunos indicadores, por ejemplo el PIB, aún no se ha alcanzado: “Vuelvo a estar en el redil, pero no estoy en el mismo tren”, explica. Tampoco en lo que tiene que ver con la productividad y la inversión, que en su opinión “es clave para volver a la velocidad de crucero”.
Otro de los indicadores que más preocupa es el repunte de la deuda pública: en 2020 se registró el mayor ritmo de crecimiento en las últimas dos décadas, como consecuencia del aumento del gasto sin precedentes para contener los efectos de la pandemia. Y las previsiones no son optimistas: según el monitor fiscal del Fondo Monetario Internacional, se mantendrá por encima de los niveles previos a la covid hasta el final de la década.
Este gasto extraordinario no se vio acompañado por un incremento proporcional de los ingresos, lo que elevó el déficit público en muchos países por encima de los dos dígitos. Por ejemplo, en España alcanzó el 10% en 2020 y en Estados Unidos rozó el 14%. Y hoy, cinco años después, todavía no se han corregido esos desequilibrios.
A su vez, la pandemia amplió las brechas existentes: los países con menor margen fiscal o con sistemas de salud frágiles sufrieron un mayor impacto económico y social; y las familias con menos recursos se vieron más afectadas por la pérdida de empleos y el encarecimiento del coste de la vida.
En el plano social, persisten secuelas en la salud mental de la población, tras el dolor por la pérdida de familiares y el aislamiento prolongado, sobre todo en determinados grupos de población. Mientras que, en el panorama político, el coronavirus trajo consigo un aumento de la polarización y de la desinformación que han hecho tambalear los cimientos de las democracias más consolidadas.
Así, cinco años después, el reloj de la economía mundial parece haber retomado el pulso, pero los engranajes se mueven en un entorno de inestabilidad. Las tareas pendientes, las brechas existentes en la sociedad y las tensiones comerciales entre países siguen escribiendo hoy un guion incierto, aunque los aprendizajes de crisis pasadas pueden servir de guía para afrontarlos, como sucedió entonces con la pandemia.
14 de marzo de 2025
El 23% de las personas infectadas con SARS-CoV-2 entre 2021 y 2023 desarrollaron covid persistente, y en más de la mitad de ellas los síntomas persistieron durante dos años. Estas son las principales conclusiones de un estudio realizado por ISGlobal, centro impulsado por la Fundación la Caixa, en colaboración con el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP). El riesgo de desarrollar covid persistente depende de múltiples factores, según los resultados publicados en BMC Medicine.
Tras superar una infección inicial por SARS-CoV-2, algunas personas desarrollan covid persistente. Se manifiesta con síntomas que persisten durante al menos tres meses, incluyendo síntomas respiratorios, neurológicos, digestivos o generales, como fatiga y agotamiento. La mayoría de los estudios sobre covid persistente se han realizado en un contexto clínico, lo que puede no reflejar completamente su impacto en la población general.
“Un estudio de cohorte basado en la población nos permitió estimar mejor la magnitud del covid persistente e identificar factores de riesgo y protección”, explica Manolis Kogevinas, investigador de ISGlobal y autor principal del estudio. El estudio siguió a 2.764 adultos de la cohorte COVICAT, diseñada para caracterizar el impacto de la pandemia en la salud de la población de Cataluña. Los participantes completaron tres cuestionarios —en 2020, 2021 y 2023— y proporcionaron muestras de sangre e historiales médicos.
“Las conclusiones a las que llega este trabajo inciden en la importancia que tiene seguir investigando sobre esta enfermedad que ha surgido a raíz de la pandemia de covid-19. Esta enfermedad puede ser altamente incapacitante, no se conocen los mecanismos que la provocan y no existen tratamientos específicos», comenta Sonia Zúñiga, viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC),
«Los autores son conscientes de las limitaciones del estudio, en el sentido, por ejemplo, de que, aunque han podido concluir que la vacunación disminuye el riesgo de sufrir covid persistente, no han podido estudiar la influencia de las reinfecciones en el riesgo de sufrir esta enfermedad. De otros estudios se sabe que las reinfecciones incrementan el riesgo de sufrir covid persistente», continúa, esta científica, para concluir que «el estudio se une a todos los anteriores en señalar que, puesto que el virus sigue circulando, la covid persistente es y va a seguir siendo un problema de salud pública”.
Factores de riesgo
El análisis también ha servido para identificar los principales factores de riesgo de esta nueva patología. “Ser mujer, haber tenido una infección grave de covid-19 y presentar una enfermedad crónica previa, como asma, son claros factores de riesgo”, afirma Marianna Karachaliou, coautora del estudio e investigadora en ISGlobal. “Además, observamos que las personas con obesidad y niveles elevados de anticuerpos IgG antes de la vacunación, eran más susceptibles a desarrollar covid persistente”, añade. Este último factor podría reflejar una hiperactivación del sistema inmunitario tras la infección inicial, lo que en algunos casos podría contribuir a la persistencia de los síntomas a largo plazo.
El análisis descubrió asimismo factores de protección que podrían reducir el riesgo de desarrollar la afección. Estos incluyen la vacunación antes de la infección y llevar un estilo de vida saludable, es decir, actividad física regular y un patrón de sueño adecuado. Además, el riesgo fue menor en personas que se infectaron después de que la variante ómicron se volviera dominante. Esto podría explicarse por la tendencia de las infecciones a ser más leves o por una mayor inmunidad general al covid-19.
Basándose en los síntomas reportados por los participantes y sus historiales médicos, los investigadores identificaron tres subtipos clínicos de covid persistente. Se clasificaron según si los síntomas eran neurológicos y musculoesqueléticos, respiratorios, o graves, e involucraban a múltiples órganos. Además, los investigadores determinaron que el 56% de las personas con covid persistente seguían presentando síntomas dos años después.
“Nuestros resultados muestran que un porcentaje significativo de la población presenta covid persistente, en algunos casos afectando su calidad de vida”, afirma Judith Garcia-Aymerich, investigadora de ISGlobal y última autora del estudio. “Establecer colaboraciones con otros países será clave para entender si estos hallazgos pueden extrapolarse a otras poblaciones”, concluye.
“En el quinto aniversario del covid-19, se han logrado avances significativos en la comprensión de la enfermedad. Sin embargo, como muestra este estudio, el impacto de la pandemia en la salud mental, el trabajo y la calidad de vida sigue siendo profundo. Aunque esta investigación representa un avance, aún queda mucho por hacer para comprender completamente esta enfermedad invisible”, afirma Rafael de Cid, director científico de GCAT en IGTP. “La cohorte COVICAT ha sido fundamental para el avance de la investigación, y debemos reconocer la inestimable contribución de los voluntarios y del equipo del Banco de Sangre y Tejidos, especialmente durante los momentos difíciles de 2020”, añade.
13 de marzo de 2025
El senador y secretario general del PP de Madrid, Alfonso Serrano, ha defendido este jueves la gestión de la pandemia del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso y ha advertido: «Quien da o quita la razón son los tribunales«.
En una entrevista en el especial informativo por el quinto aniversario del coronavirus, el dirigente ‘popular’ ha hecho balance de las políticas del Ejecutivo autonómico, especialmente de la derivación de personas mayores en las residencias a los centros hospitalarios durante la primera ola del covid y los criterios aplicados para llevarlo a cabo.
Según ha indicado, estos criterios estaban basados en las recomendaciones de los profesionales sanitarios, que los «aplicaban caso por caso». «La realidad a día de hoy es que todas las sociedades médicas y profesionales avalan lo que se hizo en las residencias. Y si hablamos de justicia y reparación, quien da o quita la razón son los tribunales (…) Llevamos más de 60 pronunciamientos en favor de la Comunidad de Madrid», ha afirmado Serrano, que ha cifrado en más de 11.000 las derivaciones de residencias de mayores a hospitales, como el Isabel Zendal.
Asimismo, ha afirmado que en otras comunidades, como Aragón o Cataluña, también se aplicaron protocolos «similares» en los que se «cribaban» estas derivaciones por edad. «Pero parece que [estos borradores] no los han encontrado o que no son importantes», ha criticado.
«Para nosotros, cada fallecido fue un drama«, ha aseverado el secretario general del PP madrileño, quien a su vez ha asegurado que hicieron «todo lo humanamente posible por salvar el mayor número de vidas» y que seguirán defendiendo la labor tanto de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, como de los profesionales sanitarios a cargo de los protocolos y su aplicación.
Por otro lado, Serrano ha reprochado a TVE utilizar el dolor de las víctimas para «poner el foco en una presidenta como si no hubieran fallecido personas en residencias en otros lugares de España». En su opinión, hay un «ataque permanente del Gobierno» hacia una presidenta y una comunidad «que se adelantó en muchos aspectos a la pandemia».
En este punto, ha considerado que «desde la izquierda» se está haciendo un «uso torticero» de unas cifras de fallecidos en los centros de mayores «totalmente falsas» y basadas en unos datos que parten «de un consejero que no dimitió a los seis meses, sino a los seis días», en referencia al exresponsable de la Consejería de Asuntos Sociales Alberto Reyero.
El Gobierno de Ayuso afirma que 4.143 personas murieron durante la primera ola de la pandemia (desde enero a julio de 2020) en centros socio-sanitarios de la Comunidad de Madrid. Unos datos que aseguran a RTVE han conseguido a partir de la estadística oficial (INE) de defunciones, comparable entre Comunidades Autónomas. Además, asegura que la cifra de 7.291 que utilizan varias asociaciones de víctimas «fue un invento» de Reyero, que alegan que «tuvo que ser apartado de sus responsabilidades por ineficaz». Por su parte, los datos oficiales del Imserso hasta finales de enero de 2023 elevan la cifra a un total de 6.937 fallecidos en residencias la Comunidad de Madrid.
Preguntado por la incidencia del virus que se registró en la región, Serrano ha subrayado que la Comunidad de Madrid fue la que «más sufrió». Así, ha destacado que esta comunidad uniprovincial cuenta con siete millones de habitantes y una densidad de población «que es una barbaridad», así como con puntos de comunicación y transportes con alto tráfico de personas, como el metro o el aeropuerto internacional de Barajas.
«A finales de diciembre y principios de enero, con las primeras alertas [sanitarias], se nos decía que serían dos o tres contagios», ha apuntado el senador del PP, que ha afirmado que cuando «empezó a entrar en Madrid» las primeras cepas de covid «se nos impidió cerrar colegios y tomar medidas».