Este viernes se cumplen cinco años de la declaración del estado de alarma en España con motivo de la pandemia del covid-19. Aquel 14 de marzo de 2020, los españoles recibieron con incredulidad la noticia que transformó la vida de miles de personas a raíz de una emergencia sanitaria que puso en jaque al mundo entero.
En la víspera de este aniversario, RTVE ha emitido una programación especial con el programa ‘La pandemia que cambió el mundo‘, conducido por Xabier Fortes, y el estreno del documental ‘7291‘, dirigido por Juanjo Castro.
El trabajo parte de junio de 2020, cuando se inició en la Asamblea de Madrid una comisión de investigación sobre los fallecidos durante la primera ola de la pandemia del covid- 19 en las residencias de mayores de la Comunidad Autónoma de Madrid. Precisamente su director, Juanjo Castro, explicaba a RTVE.es que su objetivo es que el espectador «se identifique» con las familias a través de una proyección de dos horas que desgrana a fondo estos días.
‘7291’ aborda las comisiones de investigación
El documental se traduce en un recorrido por las diferentes comisiones de investigación abiertas sobre la gestión de las residencias en la Comunidad de Madrid durante la primera ola de la pandemia. «Me apoyo mucho más en la razón que en el sentimiento. Si apelara al sentimiento, estaríamos llorando desde el minuto uno», nos cuenta Castro.
Al hilo de esta idea, su objetivo con este reportaje era evitar caer en «lo tendencioso» de la cuestión. Son 60 minutos que desgranan los testimonios de unas sesiones transcurridas en el año 2020, en el caso de la Comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid, y en 2023, cuando tiene lugar la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid.
Cartel del documental RTVE
En la primera Comisión, participan cargos institucionales como Carlos Mur, director de Coordinación Sociosanitaria de la Comunidad de Madrid en esas fechas, o Alberto Reyero, exconsejero de Políticas Sociales en la comunidad. De Mur se rescatan, por ejemplo, sus declaraciones acerca del borrador sobre el famoso protocolo que marcó las directrices a seguir para no derivar a los mayores a los centros hospitalarios, explica Juanjo Castro.
Por su parte, Reyero forma parte del alma de este documental. El ex de Ciudadanos publicó un libro, Morirán de forma indigna, que fue el germen del reportaje. «Leí el libro de Alberto y me sorprendió… bueno, más que eso me indignó», dice Castro. El antiguo consejero, encargado de las residencias en la Comunidad, dimitió en octubre de 2020 tras oponerse a ese polémico protocolo de actuación. Su testimonio, al margen de sus declaraciones en la Comisión de la Asamblea, esclarece lo ocurrido en unos días de reuniones secretas y decisiones políticas que marcaron el futuro de miles de personas. «Pensé: esto tiene que ser conocido.», confiesa Castro.
Un reportaje hecho para las familias
En la Comisión Ciudadana, las protagonistas son otras. Por un lado, las trabajadoras de las residencias, quienes vivieron en primera línea una dramática experiencia marcada por la ausencia de recursos y la incertidumbre. «No sabíamos nada, no había material (…), aislamos en las habitaciones a la gente que tenía síntomas», cuenta un testimonio recogido en ‘7291‘.
Frente a los mensajes que se lanzaron contra estos centros, a los que se les llegó a responsabilizar por las muertes, Castro propone otra mirada para «poner en valor» la labor de sus trabajadoras. «Fue una lucha constante de gente que no paraba de trabajar», argumenta.
Fotograma de ‘7291’ donde se muestra la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid RTVE
Pero si alguien cobra especial fuerza en esta producción son las familias. Los testimonios acercan al espectador a una ventana de agonía, resumida en la siguiente cita: «Me llama la doctora para decirme que mi madre está mala súbitamente. Le digo que voy a trasladarla a un hospital y me dice que no están trasladando a nadie según el protocolo, que solo pueden recibir tratamiento paliativo». Lo cuenta una familiar en la propia comisión.
El éxito de que este reportaje haya salido adelante, explica Juanjo, reside en todas sus voces: «Lo primero que hice fue enseñárselo a las distintas asociaciones. Se iban reconfortadas, decían, ‘eso lo he vivido yo»». Los parientes de los mayores fallecidos apoyaron «plenamente» un proyecto con el que esperan que lo narrado «quede para el futuro«, subraya Castro.
Especial informativo ‘La pandemia que cambió el mundo’
La emisión del documental ha estado precedida por un programa especial conducido por Xabier Fortes, en el que se ha tratado de mostrar la «variedad de puntos de vista sobre algo que afectó a la vida y la convivencia del país», según ha explicado el periodista. En la mesa de análisis expertos médicos, políticos y profesionales de la información han abordado con una mirada retrospectiva aquella batalla librada en diferentes frentes.
Especial informativo: ‘La pandemia que paró el mundo»
Periodistas como Javier Casquerio, Manuel Rico, Lucía Méndez o Paloma Esteban; pero también quienes ocupaban entonces el puesto de mando: la exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo y el exministro de Sanidad, Salvador Illa han participado en el especial. También la actual ministra de Sanidad, Mónica García, o el secretario general del PP madrileño, Alfonso Serrano.
El especial no ha pretendido quedarse en lo actual, sino proyectar una mirada «que pueda aportar a que en el futuro, de encontrarnos con situaciones similares, podamos afrontarlas mejor«, ha dicho Fortes.
Las alarmas saltaron a finales de 2019, cuando aparecieron los primeros casos de una enfermedad respiratoria desconocida en una ciudad de la que muchos tampoco habían oído hablar: Wuhan. La opacidad del Gobierno chino hizo que la información llegase con cuentagotas, aumentando la incertidumbre de aquellos momentos, aunque tampoco hubo que esperar mucho para conocer el verdadero rostro de la enfermedad. En enero de 2020, el virus saltó a Europa, y fue en la región italiana de Lombardía donde comenzó a repetirse la escena macabra que después se convertiría en habitual: hileras de ataúdes y UCIs completamente saturadas, incapaces de hacer frente a la avalancha de pacientes que llegaban ahogándose a los hospitales.
El virus apareció en España a finales de ese mes, cuando se confirmó el primer caso en un turista alemán que pasaba sus vacaciones en la isla canaria de La Gomera. Después, a medida que febrero avanzaba, el número de contagios no dejó de crecer, con focos importantes en comunidades como Madrid o La Rioja. Los esfuerzos de las autoridades sanitarias no consiguieron frenar su expansión, y el rápido aumento de los casos llevó al Gobierno a declarar el estado de alarma el 14 de marzo de 2020. Esta declaración, de la que se cumplen ahora cinco años, hizo posible el despliegue de una batería de medidas de choque para frenar la propagación y proteger el sistema de salud, incluyendo la más drástica de todas ellas: el confinamiento de la población.
En aquellas semanas oscuras de marzo y abril, las más duras de la pandemia, la situación sanitaria en España se volvió crítica, mientras los muertos diarios se contaban por centenares y las unidades de cuidados intensivos eran un paisaje desolador de cuerpos boca abajo que a duras penas lograban mantenerse con vida aferrados al vaivén de un respirador mecánico. La guerra contra el coronavirus se libraba en todos los frentes, pero con especial intensidad en centros sanitarios y laboratorios, mientras se iniciaba una carrera frenética por aplanar la curva epidémica y encontrar en tiempo récord una vacuna contra el SARS-CoV-2.
Imagen de una unidad de cuidados intensivos durante el pico de la pandemia. EFE / JUANJO MARTÍN
«Saldremos mejores»
«De la pandemia saldremos mejores», fue uno de los mantras que se instaló entre los españoles, convertido casi en un conjuro para contrarrestar aquellos momentos de desconcierto. En realidad, como era de esperar, la pandemia estuvo llena de claroscuros, pero cuando por fin se calmó la tormenta tal vez quedó la impresión general de lo contrario, de que la sociedad había salido peor de todo aquello.
«La gente piensa que no salimos mejores de la pandemia, pero yo creo que si le preguntas a cada persona que si reaccionaría mejor si hubiese una nueva, todo el mundo contestaría que sí, que lo haría», declara a RTVE.es la científica Margarita del Val. «¿Hemos salido todos más bondadosos? Por supuesto que no, porque eso no iba a cambiar, aunque al menos sí que hemos salido mejores para enfrentarnos a otra pandemia», opina.
Para esta viróloga, «en lo científico, hemos aprendido bastante: lo importante que es la transmisión, las vacunas, la vigilancia a todos los niveles…». Aunque también apunta a «un error fundamental», que fue «no reaccionar pronto y no ir al origen», cuando «la acción es más quirúrgica y se pueden cortar los contagios con menos esfuerzo, menos dinero y menos sufrimiento». Según Del Val, este es un fallo que «cometimos todos los países, a excepción de los que acababan de sufrir epidemias, como Japón, China, Taiwán, Singapur o los de África Occidental».
El epidemiólogo Alfredo Morabia sostiene que ahora «tenemos la experiencia de una gran pandemia, y eso es importante», aunque «no cree que estemos sacando las lecciones necesarias ni preparándonos adecuadamente» ante una nueva emergencia sanitaria de similares características. «Estamos en una fase clásica de fatiga post-pandemia, pero es urgente reaccionar porque las pandemias no siguen una periodicidad fija. Ya lo sabemos, ¿no?», advierte en RTVE.es este profesor de la Universidad de Columbia.
«Sálvese quien pueda»
En esta misma línea, la socióloga Celia Díaz Catalán opina que «hemos aprendido poco de la pandemia», y critica que no se haya hecho «un ejercicio de evaluación más abierto y popular, en el que entren no solo voces de expertos, sino también de la ciudadanía que hablen de las cosas que funcionaron y las que deberían funcionar de otra manera». A su juicio, la pandemia ha sido determinante para que «ahora estén tomando puestos relevantes esas grandes élites vinculadas a las plataformas digitales que intentan controlar la verdad».
Esta profesora de la Universidad Complutense de Madrid mantiene que, a partir de la irrupción del coronavirus, “se han exacerbado las narrativas individualistas» en detrimento de los movimientos colectivos. «La construcción de verdades alternativas nos lleva a posturas individualistas, al miedo, al sálvese quien pueda, a armarnos en casa, a acumular… Y tampoco se han reforzado las instituciones de cohesión social», valora para RTVE.es.
«Si hay una cuestión que destacaría de la pandemia es la infoxicación, la sobrecarga de contenidos informativos y desinformación», añade, y cuenta cómo ya «en febrero de 2020, desde la OMS se apuntó al grave problema de la infodemia, entendida como la extensión de desinformación relacionada con el virus, que obstaculizó medidas de contención del brote». «Se difundieron teorías conspirativas relacionadas con el origen del virus y también con la gestión de las medidas tomadas», recuerda, y cree que «a partir de entonces, esa situación no ha hecho más que agravarse y estamos en una disputa constante por la definición de la realidad«.
«Sustancias tan potentes como el miedo fueron movilizadas con intenciones erróneas e incluso maliciosas, erosionando la confianza en las instituciones políticas. Así, hemos visto el aumento de la polarización política con un gran contenido emocional», explica Díaz Catalán.
En el parking del tanatorio de Collserola (Barcelona) se almacenaban los féretros utilizando los grandes refrigeradores de emergencias y catástrofes. (2/4/2020). Quique Garcia/EFE
Importantes lecciones en lo científico
Lo que nadie o casi nadie duda es que la pandemia dejó importantes lecciones positivas en lo científico. El físico Yamir Moreno subraya que, gracias a ella, «hemos confirmado que los modelos epidemiológicos que se habían desarrollado en la última década, a raíz de otras epidemias como el H1N1, el Zika o el MERS, son herramientas computacionales bastante fiables y precisas» a la hora de afrontar grandes crisis de salud pública. Aunque también apunta a un aspecto en el que, a su entender, todavía queda margen de mejora: «La caracterización del comportamiento humano durante una epidemia». «Este es, a día de hoy, el talón de Aquiles de estos modelos», declara a RTVE.es este científico, quien ocupa el cargo de director del Instituto Universitario de Investigación de Biocomputación y Física de Sistemas Complejo (BIFI) de la Universidad de Zaragoza.
Entre los aspectos mejorables de la gestión, Moreno apunta algunos como que «no existió un estándar para los datos, ni tampoco se homogeneizaron, razón por la cual resultó extremadamente difícil su incorporación en los modelos epidemiológicos». A su entender, «tampoco se explotó el potencial de estos modelos para adoptar decisiones claves», y «el rastreo de contactos de los positivos fue muy mejorable».
Además, desde su perspectiva, el segundo confinamiento «fue innecesario desde el punto de vista epidemiológico», ya que «cuando se implementó, los datos indicaban que la curva de nuevos infectados ya estaba en declive». Moreno hace referencia a la cuarentena decretada para toda la población, excepto para trabajadores de servicios esenciales, desde el 30 de marzo al 9 de abril.
La vacuna contra el coronavirus, «el hito del milenio»
Para el catedrático de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid y divulgador científico José Antonio López, más conocido como JAL, «una de las cosas que hemos aprendido de la pandemia es una mejor coordinación internacional de los centros de vigilancia epidemiológica y de control, y también a engrasar la maquinaria de actuación rápida de vigilancia de nuevas variantes para el coronavirus y otros virus respiratorios, como la gripe». En lo positivo, López también recalca «cómo con la coordinación entre empresas privadas, públicas y gobiernos se puede obtener una vacuna en menos de un año«, algo que califica como «el hito del milenio».
Araceli, una mujer residente en el centro Los Olmos de Guadalajara, fue la primera española en recibir la vacuna contra el coronavirus a finales de 2020. EFE / PEPE ZAMORA
«Hemos aprendido mucho sobre la secuenciación de variantes; y sobre el propio coronavirus. También hemos aprendido algo sobre lo que se denomina COVID persistente, aunque aquí todavía son muchas más las sombras que las luces», asegura a RTVE.es. Asimismo, recuerda que en España «fuimos ejemplares en empezar a vacunar, en programación de vacuna y en cobertura de vacunación«.
«¿Qué se hizo mal? Quizá la coordinación con las comunidades autónomas. En otros países como Italia el gobierno asumió el mando central y no lo soltó hasta casi 2023, y no había un criterio en cada autonomía para cada acción que proponía el Gobierno de movilidad reducida, de confinamiento, de uso de mascarilla…», comenta. «Creo que estamos más preparados que en 2020 ante una posible futura pandemia, pero no lo suficiente. Si ahora mismo llegara otro coronavirus distinto, volveríamos a tener serias dificultades hasta que se volviera a desarrollar una vacuna efectiva», opina.
Una respuesta de salud pública «impresionante»
Para el experto en salud pública Alfredo Morabia, la pandemia dejó en evidencia hasta qué punto «necesitamos un sistema de monitoreo de la progresión de la infección en tiempo real», que «solo dos países, España y Reino Unido, intentaron seriamente desarrollar». «Sin conocer con precisión la proporción de casos asintomáticos no podemos determinar la letalidad de la epidemia. Además, sin este tipo de información, no se pueden tomar medidas precisas y localizadas de contención», recalca, y considera que «en su lugar, nos vimos obligados a cerrar todas las escuelas, todos los comercios… Lo que fue muy doloroso y, en muchas situaciones, hubiera sido evitable».
Morabia, que es editor jefe de la prestigiosa revista American Journal of Public Health (AJPH), cree en todo caso que «a pesar de la falta de preparación, la respuesta de salud pública fue impresionante», aunque también critica que «la ausencia de un sistema de monitoreo y la desinformación motivada por razones políticas resultaron en más muertes y daños colaterales que podrían haber sido prevenidos».
Personal sanitario del hospital Carlos Haya de Málaga agradecen los aplausos recibidos. EFE/ Jorge Zapata
Las pandemias que están por venir
Muchos expertos advierten de que esta pandemia no es más que un adelanto de lo que está por venir. La Organización Mundial de la Salud ya ha pedido a los países que se preparen para escenarios futuros aún más catastróficos, porque el contacto con nuevos virus se va a intensificar en los próximos años, a causa de fenómenos como la deforestación o el cambio climático. Además, en un mundo más globalizado que nunca, donde el movimiento de seres vivos y mercancías es frenético, cualquier enfermedad infecciosa que surja en un rincón remoto tiene el potencial de adquirir una dimensión planetaria en apenas unas semanas.
«En cuanto a la próxima posible pandemia, el sitio más probable por el que nos va a llegar es transmitida de nuevo por el aire, porque eso es lo que menos controlamos», prevé la viróloga Margarita del Val, quien por este motivo recalca la importancia de «actuar en origen, evitando la transmisión de agentes respiratorios», a pesar de que «la colaboración internacional ahora mismo no está en sus mejores momentos«.
«Hay agentes infecciosos con potencial zoonótico que los tenemos muy cerca, como por ejemplo el virus del Nilo aquí en España, y por eso hace falta mucho trabajo de prevención, que hay que engrasar y por supuesto financiar, aunque no luzca mucho. Y dentro de la prevención está la investigación, porque conocer es saber cómo actuar, y eso hace falta apoyarlo más«, reclama esta científica que actualmente coordina la Plataforma de Salud Global del CSIC, con 175 grupos de investigación bajo su paraguas.
Trabajadoras de la residencia San Carlos de Celanova (Ourense) celebran el cumpleaños de Elena Pérez, de 98 años. EFE/Brais Lorenzo
Ante la pregunta de si estaríamos preparados ante una nueva pandemia de características similares, el profesor de la Universidad de Zaragoza Yamir Moreno se muestra rotundo: «Absolutamente, no». «Creo que desde el punto de vista científico hemos aprendido mucho, pero este nuevo conocimiento no se ha traducido en medidas que permitan una mejor gestión, ya sea científica o sanitaria, de la próxima pandemia», declara.
«En España, necesitamos aumentar nuestra capacidad de respuesta ante este tipo de amenazas mundiales, porque si una cosa es segura, es que esta no será la última vez que nos enfrentemos a una situación parecida», expone este especialista.
La prevención, como asignatura pendiente
El virólogo y divulgador científico José Antonio López asegura por su parte que «también hay algo que no hemos aprendido, o lo que es todavía más triste, que hemos desaprendido: la prevención efectiva; la importancia de la ventilación, de la responsabilidad de utilizar mascarilla si vamos a sitios muy hacinados, con una gran afluencia de personas, sobre todo en temporada de virus respiratorios».
«Tampoco hemos aprendido la importancia de la investigación pública, ni la importancia de la sanidad pública. No hemos aprendido la importancia de remar en la misma dirección entre los gobiernos de diferentes países, y dentro de un mismo país, entre el Gobierno central y las autonomías, donde a veces por enfrentarse a los gobiernos centrales de turno y hacer campaña electoral permanente se descuida lo más importante, que es la responsabilidad ante la salud de los ciudadanos», prosigue.
«Seguimos en esa lucha fratricida entre comunidades y Gobierno central por la sanidad y la investigación pública, mientras se están desmantelando en muchas autonomías grandes infraestructuras públicas de investigación y de sanidad. Esto obviamente lo volveríamos a pagar si tuviésemos otra emergencia sanitaria», advierte.
Pero si las futuras guerras contra virus y bacterias se librarán sobre todo en el terreno de la salud pública, lo harán también en las arenas movedizas del control del relato. La profesora de la Universidad Complutense Celia Díaz Catalán lo compara con lo ocurrido durante la reciente dana de Valencia: «Se comienza poniendo en tela de juicio cuál es la emergencia, y al final la responsabilidad política también recae de alguna manera en la ciencia, para llegar al grito de ‘Solo el pueblo salva al pueblo’, que pasa por alto todos los servicios públicos movilizados». Pero, ¿por qué puede interesar esta situación a quienes promueven un individualismo feroz? Como ella responde, «sin instituciones sanitarias o educativas fuertes, quizá no tengamos esa capacidad para aliarnos y hacer fuerza».
«Para otra pandemia, por un lado estamos más preparadas, pero por otro lado las maquinarias infodémicas también lo estarán, y no sé hasta qué punto se pueden generar movimientos ciudadanos promovidos por la intoxicación informativa a gran escala», se cuestiona esta socióloga.
En China, el quinto aniversario del confinamiento fue el pasado 23 de enero, cuando el Gobierno central ordenó a los casi 12 millones de habitantes que viven en Wuhan encerrarse en sus casas. El de Wuhan fue el primer, y también el confinamiento más largo del país, pero no el único. De hecho, la medida se fue aplicando en otras ciudades si se detectaban casos. Las autoridades pretendieron aplicarla, incluso, en 2022 cuando ya gran parte de la población estaba vacunada, lo que provocó inusuales manifestaciones de protesta ciudadana en Pekín y en otra veintena de municipios.
Los primeros días: Wuhan confinado, y su provincia cerrada
Retrocedamos a ese frío día de enero de 2020. Ese momento en el que el mundo vio las primeras imágenes de cómo se colocaban grandes vallas ante los bloques de casas de Wuhan para que ningún vecino pudiese poner un pie ni en la zona común de su patio de vecinos. China miraba con preocupación la decisión radical en esa parte del país en la que «se había manifestado el coronavirus» decían, frente al «epicentro u origen» que decía el resto del mundo.
Una mujer pasea junto a unas vallas metálicas que rodean un edificio en Pekín MAVI DOÑATE
Las celebraciones de Año Nuevo, las fiestas principales de los chinos, se suspendieron en todo el país. En las calles de Pekín desaparecieron los tradicionales puestos de comida, las reuniones de familias en los parques con las representaciones de los dragones, los cines se cerraron, los restaurantes y los karaokes. No era obligatorio encerrarse, pero tampoco había mucho que hacer fuera de casa, así que voluntariamente no salían. A esto se sumaba el miedo que sentían con el recuerdo de la epidemia del SARS de 2003 que había dejado centenares de fallecidos.
“La imagen de Pekín era distópica. Una ciudad de 22 millones de habitantes completamente vacía cubierta de nieve y silencio“
Mis compañeros chinos de la oficina nos repetían de forma insistente a mi y al cámara que no fuésemos a trabajar. La imagen de Pekín era distópica. Una ciudad de 22 millones de habitantes completamente vacía cubierta de nieve y silencio.
Era como si hubiese caído una bomba nuclear que únicamente hubiese dejado el cascarón de los edificios. Solo de vez en cuando se veía un «Waimai» los motoristas que repartían comida de los restaurantes que habían decidido cocinar para cumplir pedidos.
El temor al contagio era grande y también sacaba lo peor de algunos ciudadanos. Los mismos vecinos de un edificio señalaban a otros si se enteraban de que habían estado recientemente en la provincia de Hubei, o en su capital, Wuhan. Incluso, vimos con espanto el vídeo que circuló en las redes, de cómo habían clavado dos maderas en la puerta de la casa de una familia dejándolos totalmente encerrados.
Otras medidas de control
Poco a poco se fueron imponiendo restricciones de movimientos. Si ir a hacer la compra se convirtió en el único plan de vida exterior, en los supermercados solo podía haber un número determinado de clientes. Se guardaba turno fuera en filas bajo las gélidas temperaturas, y antes de entrar te sometías a la toma de la temperatura corporal.
En cada urbanización repartían una tarjeta que acreditaba tu vivienda. Las tarjetas se convirtieron en un bien tan preciado como las llaves. No se podía acceder a otras casas que no fuesen la propia con lo cual se suspendieron las reuniones y cenas de amigos. La soledad era eso, una forma de vida que había que contar porque no sabíamos cómo iba a evolucionar todo.
Dos españoles relatan cómo viven bajo las medidas para evitar la transmisión del coronavirus en China
Además del confinamiento de Wuhan, del que no se informaba cuánto iba a durar, se cerró toda la provincia. Hubei, la provincia del sureste de un extensión similar a toda España, se convirtió en una isla fortificada dentro de su país. No se podía acceder a ella ni por carretera, ni por avión o tren.
La realidad líquida
Cada día, las autoridades publicaban el balance oficial de fallecidos. Los periodistas occidentales hablábamos también de que había fallecido el oftalmólogo Li Wenliang que desde el principio alertó de que en Wuhan había una especie de neumonía similar al SARS. Li se contagió de una paciente. Las redes chinas se llenaron de rabia e indignación porque la policía lo había detenido por alarmista y le había obligado a retirar su aviso, y también de cientos de notas de pésame y de cariño a su familia.
Se cumplen cinco años de la muerte del médico chino que alertó del COVID
Informamos también de la saturación de los hospitales, de cómo construyeron de la nada otros dos nuevos en diez días, o de que ningún médico contaba cómo trataban el nuevo coronavirus. Colegas chinos fueron encarcelados por mostrar desde Wuhan el interior de hospitales o criticar el confinamiento. Nos movíamos en una realidad líquida, pero había señales de que algo grave estaba pasando.
Wuhan se desconfina
El 9 de abril de 2020 Wuhan iba a empezar su desconfinamiento de forma escalonada y poco a poco. En total la población había estado encerrada un mínimo de 76 días.
Días antes se nos permitió llegar en los primeros trenes que partían desde Pekín. En vagones medio vacíos, con una PCR previa y la sentencia de nuestra compañera traductora: «Somos unos inconscientes, vamos a un sitio del que todo el mundo se quiere ir«.
En Wuhan asistimos a cómo se retiraban paulatinamente los muros de las casas. En algunos portales se anotaba los que se habían contagiado, los que todavía tenían que hacer cuarentena, y los que ya podían salir.
“La vida volvía con ilusión a las calles comerciales, a los patios vecinales, o a las cafeterías“
A los que se le permitía acceder al mundo exterior, solo podían hacerlo unas horas, pero la vida volvía con ilusión a las calles comerciales, a los patios vecinales, o a las cafeterías.
Una vez más nos dimos cuenta de que el ser humano es igual en todas partes. A todos con los que hablábamos les hacía ilusión ver a sus amigos, o nos contaban que lo que más echaban de menos era disfrutar con ellos de una comida. A nadie le gusta estar encerrado y para algunos había sido muy difícil. Traumático, desesperante. Estrés y miedo al contagio, pero también ansiedad ante la incertidumbre de un confinamiento que había durado demasiado porque, como se atrevían a decir algunos, las autoridades no reaccionaron a tiempo y se perdió un tiempo importante al principio.
Eran días en los que se empezaba a hablar por lo bajo también de la vacuna. Siempre tuve la sensación de que los primeros ensayos lo habían hecho con algunos wuhaneses. Contamos también las PCRs masivas a toda la población en un tiempo récord de tan solo unos días, y empezamos a ver los primeros QRs de control de movimientos que después se extenderían por todo el país. Nos dejaron visitar uno de los hospitales. Vimos que eran módulos de construcción efímera. Habitaciones que tenían paneles blancos como paredes en los que los enfermos habían dedicado mensajes de cariño y agradecimiento a médicos y enfermeras.
Informábamos de todo esto bajo la atenta mirada y los afilados oídos de nuestros guías locales que siempre nos acompañaban.
Confinada por contar el desconfinamiento de Wuhan
Las autoridades sanitarias de Pekín ya nos habían avisado de que a la vuelta debíamos guardar una cuarentena de 15 día en nuestras casas. Volvíamos de un lugar de riesgo y nos debían controlar para evitar un posible contagio en la capital.
El viaje de vuelta ya fue una película futurista. Para poder entrar en un tren había que inscribirse en un sorteo telemático en el que la condición previa era tener el resultado negativo de una PCR hecha 48 horas antes.
A la llegada a la estación de Pekín, varios funcionarios vestidos con el traje EPI guiaban a los periodistas, y demás viajeros, a unas mesas en las que volvías a enseñar los papeles de la PCR, te tomaban la temperatura, y te distribuían por autobuses según la zona en la que vivías.
El autobús hacía el recorrido y nos iba dejando en nuestras casas. Dos funcionarios me acompañaron hasta dentro del piso en el que vivía, y me enseñaron el aparato que iban a colocar en mi puerta. Un detector de movimientos. Si ponía un pie en el pasillo, el detector emitía una señal al comité del barrio y las consecuencias iban desde multas a la deportación.
Totalmente encerrada en el piso 15 días. Antes de las doce del mediodía, y de las nueve de la noche, debía mandar al contacto que me habían dado del comité del barrio, y por WeChat (el equivalente chino del WhatsApp) mi temperatura corporal y si tenía síntomas sospechosos.
Me di cuenta de cómo funcionaban los comités del barrio. Antes como occidental y expatriada no había tenido ningún tipo de contacto, y ellos conmigo tampoco (que yo sepa).
No había que preocuparse por la comida. Hacía la compra por internet y ellos me la dejaban en la misma puerta del piso. Me bajaban la basura, y hubiese venido un médico al mínimo dolor de garganta que les hubiese comunicado.
Controles, permisos, cuarentenas… salir de Wuhan, el origen del coronavirus, es toda una odisea
Eran parte de ese voluntariado, miembros o afines al Partido Comunista la gran mayoría, que en todas ciudades habían servido y controlado a sus vecinos.
Al décimo cuarto día, uno de estos voluntarios me esperaba abajo para acompañarme a hacer una PCR. Si daba negativa al día siguiente podría retomar mi vida normal. Aquel paseo al hospital para hacerme la prueba ya me dio la vida.
Controles y qué ha quedado de todo aquello
Entrado ya el verano, con el país totalmente cerrado al exterior, y las campañas de vacunación en marcha, la principal medida fue el código QR. La aplicación era obligatoria en el móvil para moverse con “normalidad” por cualquier ciudad china. El código servía para rastrear los movimientos.
“La vida de todos estaba más que controlada, las PCRs a la orden del día, y los confinamientos se volvían a aplicar ante cualquier brote“
Si se había estado, por ejemplo, en un restaurante en el que se había detectado un positivo, las autoridades sanitarias sabían quiénes habían compartido espacio con el contagiado.
Con el teléfono móvil en la mano todo el rato, escaneaban cuando llegaba a la oficina, cuando salía a por un café, en el restaurante donde comía, en el supermercado al que entraba a comprar, en la urbanización en la que vivía una compañera, o al gimnasio al que iba a nadar.
La vida de todos estaba más que controlada, las PCRs a la orden del día, y los confinamientos se volvían a aplicar ante cualquier brote.
Volviendo la vista se me hace extraño todavía que llegásemos a acostumbrarnos a aquello.
Cinco años después no queda nada de esas medidas anti-COVID. Los chinos solo se siguen poniendo la mascarilla, pero quizá solo un poco más a como lo hacían antes de la pandemia.
Los cambios son más sutiles
Para Luis Melgar, diplomático español basado desde 2019 en Pekín y consejero de Derechos Humanos en la UE, hay una cambio después del COVID. «La población se acostumbró a estar más controlada y esto permanece. Se necesita permiso para todo». Melgar explica que «los núcleos de viviendas tienen más vallas. Están más cerrados. Y en la sociedad civil se nota mucho porque no queda nada independiente. Los chinos de a pie lo tienen muy difícil para participar en cualquier acto organizado por extranjeros, porque por la ley anti espionaje del Gobierno chino se convierten en sospechosos».
Los diplomáticos pueden viajar a cualquier ciudad, excepto a Tíbet, pero pocos chinos hablan con ellos, y quienes lo hacen son interrogados después por miembros del Partido para saber qué es lo que han dicho.
Como periodista también experimenté ya en 2020 un cierre y retroceso en la libertad de expresión.
Antes del COVID, nunca tuvimos problemas con la población. Más o menos contestaban cuando les entrevistábamos en la calle. Siempre había cobertura y fechas más delicadas, pero con la pandemia, los periodistas extranjeros nos convertimos en enemigos de China, sospechosos de contar siempre lo peor. Era el propio chino de la calle el que llamaba a la policía para alertar de nuestra presencia, o nadie quería hablar con nosotros.
China es ahora más cerrada, aunque desde fuera no lo parece con gestos como la supresión temporal del visado para turistas que no estén más de un mes. El COVID y sus medidas también tuvieron sus repercusiones económicas, y no soplan buenos vientos con las ráfagas de aranceles anunciados por Estados Unidos.
El 31 de enero de 2020, España confirmaba su primer caso de COVID-19 en un turista alemán en La Gomera. Lo que se percibió desde un primer momento como una situación aislada, pronto transformó la vida de millones de personas. Los sistemas sanitarios, económicos y sociales de todo el mundo se pusieron al límite por un virus que se expandió con una rapidez vertiginosa.
El 3 de marzo se confirmó el primer fallecido y 11 días después, con cerca de 6.000 positivos y 136 muertos, el Gobierno decretó el estado de alarma e impuso un confinamiento inédito en la historia de España. En las jornadas La ciencia frente al Covid-19, cinco años después de Radio 5, respondemos a algunos interrogantes que todavía rodean a la pandemia, como las teorías sobre su origen, la importancia de las vacunas y las secuelas psicológicas.
Los primeros días de la emergencia
La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, nos cuenta cómo fue gestionar esta emergencia como alcaldesa de su ciudad, Gandía. «Tomar la decisión de sacar a la gente de las calles para protegerse fue una decisión compleja de explicar, fueron momentos de mucho miedo». Después del terror inicial de los primeros días, Morant explica que la pandemia se convirtió en la experiencia más importante de divulgación científica, porque todos nos sentábamos frente a la televisión para conocer la evolución del covid. «En aquel momento, la ciencia de calle le ganó a la negación de la ciencia», subraya la ministra.
Morant es optimista ante el futuro de la ciencia en España y considera que, frente a futuras emergencias, estamos más preparados que nunca. «En España no fabricábamos mascarillas ni vacunas humanas, pero llegamos a diseñar y fabricar una propia». La ministra insiste en que la ciudadanía se ha convertido en una gran defensora de la ciencia, «porque descubrimos el gran valor que tiene» y se atreve a aventurar que, dentro de 5 años, «estaremos mejor que ahora«.
La desinformación sobre su origen
Los expertos coinciden en que todo apunta a que el origen proviene de la transmisión del murciélago a otros animales del mercado de Wuhan. “Se han podido ver las homologías de este virus con los detectados en animales que estaban presentes en el mercado”, explica Víctor Briones, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid y experto en zoonosis.
Amós García Rojas, expresidente de la Sociedad Española de Inmunología, coincide en que la teoría de que el virus se escapó de un laboratorio no tiene ninguna evidencia ni soporte sólido. “Lo único que contribuye esa idea es a crear más desconcierto, más caos a una situación ya de por sí bastante caótica».
Sonia Vázquez, investigadora del Centro Nacional de Microbiología, apunta que lo más plausible es que sea una zoonosis, pero explica que los coronavirus suelen tener un intermediario: “No van del murciélago al humano. En el mercado de Wuhan se detectaron varias especies portadoras del virus y no se sabe concretar, pero todo apunta a que el reservorio natural sería el murciélago”.
La vacunación de Araceli cambió la percepción de la pandemia
La pandemia nos recordó que somos vulnerables. Frente a esa vulnerabilidad se vacunó Araceli Hidalgo, la primera persona que recibió la dosis contra la COVID-19 en España. «Supuso el punto de inflexión más importante. Hay un antes y después en la evolución de la pandemia. Tras la oscuridad vino la luz«, sostiene García Rojas. «Ojalá hubiera llegado antes, porque hay que ser consciente de que esas vacunas llegaron pronto, pero había una base y estudios sobre la aplicación del ARN mensajero».
Sonia Vázquez apunta a que todos se unieron para intentar ayudar a la sociedad, aunque reconoce que hubo momentos críticos y de falta de reactivos, «pero es verdad que salimos adelante». El catedrático Víctor Briones se pregunta cómo puede haber todavía gente manifestándose en contra de las vacunas e insiste en que salvan vidas. «Con algunas vacunas se ha conseguido erradicar enfermedades que antes eran mortales, como la viruela», argumenta.
“No sé cómo puede haber gente manifestándose en contra de las vacunas, teniendo en cuenta que salvan vidas y han conseguido erradicar enfermedades que antes eran mortales“
García Rojas ha puesto de manifiesto que, si dejamos de vacunar, puede volver a resurgir el sarampión, «como sucede en Estados Unidos». «Me acuerdo de que en las redes salía que nos íbamos a morir a los tres meses de ser vacunados. Como no ha pasado nada, lo ampliaron al año. Y todavía sigue viva Araceli con más de un siglo». Ahora el discurso ha cambiado y «si una persona se muere de un infarto, se dice que es porque estaba vacunada».
El impacto en la salud mental
La percepción del riesgo cambió en cuestión de semanas. Para Marifé Bravo, jefa de unidad de Psiquiatría del Hospital La Paz de Madrid, la crisis del ébola les preparó para ser conscientes de la importancia de reaccionar y responder ante las emergencias. Sin embargo, no se pudo evitar: durante la pandemia también se agudizaron los problemas de salud mental.
Bravo asegura que vacunarse fue un punto de inflexión para que la gente se sintiera más protegida, pero el efecto en la salud mental es importante. «La OMS ya hablaba de la cuarta ola de problemas de salud mental. Se ha visto en las poblaciones a nivel mundial». A pesar de eso, la jefa de unidad de psiquiatría explica que se ha incrementado la resiliencia de las personas: «Hay un temor, pero ha habido un aprendizaje».
¿Qué es el concepto ‘One Health’?
Briones apunta que es un error «entender la salud como enfermos y no como enfermedades». «En enfermedades transmisibles, solo se puede sentir en términos de poblaciones”. El experto añade que las epidemias, en particular las zoonosis, tienen una asociación clara con la pobreza y la falta de acceso a un nivel sociosanitario adecuado. De hecho, para García Rojas, los países desarrollados perdieron un tiempo valiosísimo en prepararse para el covid por reaccionar «con cierta prepotencia».
“«Los países desarrollados perdieron un tiempo valiosísimo en prepararse para el covid por reaccionar con cierta prepotencia»“
Briones admite que una de las cosas positivas que ha traído la pandemia es que ahora tenemos «un enfoque distinto» y nos habla de One Health. El concepto data de los años 40 y 50, pero realmente el término comienza a usarse a finales de los 90. Los profesionales sanitarios han descubierto la imbricación que hay entre las distintas profesiones: “En la salud tiene que haber implicados climatólogos, matemáticos, epidemiólogos, biólogos… Era muy necesario, porque si no cada uno jugaba en su parcela sin interaccionar».
Familiares de fallecidos en residencias de mayores durante la pandemia de COVID-19 han ofrecido este jueves a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, 29 cartas donde describen la «discriminación» vivida por sus parientes. Así lo ha trasladado, en declaraciones a los periodistas, la presidenta de la asociación ‘7.291 Verdad y Justicia’, María Jesús Valero, quien pretendía registrar en la Asamblea de Madrid estas misivas, pero no ha sido posible al no estar destinadas a la Cámara sino a Ayuso.
Es por ello que ha adelantado que irán a la Real Casa de Correos, sede del Gobierno autonómico, para poder presentarlas allí por si «tiene a bien leer alguna». «Igual que se permitió leer esa carta donde nos seguían vejando tanto la persona que la escribía como el Gobierno de Ayuso», ha planteado.
Valero hace referencia al Pleno del 12 de diciembre, cuando Ayuso leyó una misiva que atribuyó al hijo de un fallecido en la que tachaba de «mercenarios» y «secta» a Más Madrid y en la que aseguraba que estaba utilizando a los fallecidos «por motivos espurios y meramente electorales» para «arañar un puñado de votos».
«Tono vejatorio»
«Venimos porque cada vez se sube más el tono vejatorio hacia los familiares por parte del Gobierno de Ayuso«, ha explicado Valero, quien agrega: «No podemos consentir que se nos hable desde la mentira y desde el insulto».
Valero espera que, dado que Díaz Ayuso «se vanagloria de ser la presidenta de todos los madrileños», lea en público alguna de estas cartas, de igual modo que «leyó la de una persona que fue damnificada pero, por suerte, salió adelante porque tuvo atención sanitaria». Son cartas que «se expresan emocionalmente», algunas «con rabia» e incluso «con muchísimo odio», ha dicho Valero.
Los miembros de la asociación concentrados esta mañana ante la Asamblea han leído algunas de las cartas, así como un manifiesto que reza: «El derecho a callar o hablar de nuestro dolor solo nos pertenece a las familias de los fallecidos, y en ningún caso a quienes pudiesen ser causantes de dicho dolor».
Sesión en la Asamblea madrileña
En la sesión de control que se ha celebrado esta mañana en la Asamblea de Madrid, la situación en las residencias durante la primera ola del coronavirus ha vuelto a ser uno de los temas de debate, en concreto, durante la pregunta entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la portavoz del PSOE-M, Mar Espinar.
La socialista le ha pedido a la presidenta madrileña que explique qué paso en las residencias, «esa montaña de mierda que cada vez le cerca más». Ante estas palabras, Ayuso ha recriminado al PSOE que ellos «gobernaron una España donde murieron 130 mil personas»: «¿Por qué no se tapan un poco? 130.000 personas”, ha insistido.
Por su parte, el portavoz del PP, Carlos Díaz-Pache, ha afirmado en los pasillos de la Asamblea que le parece «absolutamente legítimo» que los familiares quieran «expresar el dolor que todavía sienten». Pero a la vez ha cargado contra la izquierda por «alimentar» y «retorcer» ese dolor, recurriendo a «mentiras» y «manipulaciones» para «atacar políticamente al Gobierno de la Comunidad de Madrid».
Ha añadido además que ya hay «más de 60 pronunciamientos judiciales que certifican que el Gobierno lo hizo bien», y está «extraordinariamente orgulloso» de la labor del Ejecutivo madrileño, que «fue el primero en reaccionar» ante la pandemia «cuando el Estado estaba completamente paralizado».
«No se trata de hacer una cacería; se trata de evitar que eso vuelva a pasar, además de pedir perdón», ha replicado la portavoz del PSOE-M, Mar Espinar, quien tiene claro que los fallecidos en residencias «murieron en unas condiciones que no se merecían» y Díaz Ayuso «sigue negándose a dar explicaciones de lo que pasó».
También se ha pronunciado la portavoz de Más Madrid, Manuela Bergerot, que ha asegurado que creían que el Gobierno de Ayuso no podía “caer más bajo” hasta que aludió a la primera ola del coronavirus como “esas mierdas”. “No solo no reconoce a las víctimas, sino que sigue humillándolas”, ha agregado.
Cinco años después de la muerte del doctor Li Wenliang, las redes sociales aún le rinden homenaje, mientras las autoridades no han llegado a hacer oficial ningún gesto de perdón por el trato que se le dio en su día ni ningún reconocimiento público por el valor que a la postre tuvo su advertencia.
El doctor Li Wenliang era oftalmólogo en el Hospital Central de Wuhan. A finales de diciembre de 2019, envió un mensaje a sus compañeros para avisarlos de que se protegieran frente a la nueva neumonía de origen desconocido. El 3 de enero, fue llamado junto a otras siete personas a dependencias policiales por «diseminar información falsa en internet» y fue amonestado por «difundir rumores».
El tiempo demostró la equivocación inicial de las autoridades. Hoy, las redes sociales están llenas de este tipo de mensajes: «1.400 millones de chinos debemos darle las gracias». Cuando este médico alertó de la existencia de una nueva variante del SARS, muy pocos sabían lo que estaba ocurriendo. Johnson, un ciudadano de Wuhan, lo recuerda así: «Cuando oí las noticias a final de diciembre, lo vi en YouTube y en Twitter, y le pedí a mi familia que se quedara en casa».
Indignación por el silencio oficial
En China, sólo una minoría de la población tiene acceso a las redes sociales y el Gobierno mantiene un cerco sobre la información, nos dicen los que viven allí. En aquellos días el silencio se convirtió en aliado de la enfermedad: «Quizás había menos información para la población local. Creo que es otra razón por la que muchas personas perdieron la vida».
El 7 de febrero, Li Wenliang murió en la UCI por COVID-19. Su muerte generó una ola de indignación. Las autoridades chinas mostraron sus condolencias. El Tribunal Supremo publicó un artículo en el que aseveraba que «habría sido afortunado si la gente hubiera creído esos ‘rumores’, y empezado a llevar mascarillas y a tomar medidas de desinfección, así como a evitar el mercado de animales».
También el epidemiólogo jefe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, Zeng Guang, dijo después, refiriéndose a los sanitarios que lanzaron los primeros avisos: «Mirando atrás, deberíamos elogiarlos mucho. Fueron sabios ante el brote».
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En China, las redes sociales reaccionaron con dolor y rabia, acusando a las autoridades y a la policía de haber priorizado la censura informativa en lugar de evitar la propagación del virus.
En una entrevista con el portal de noticias privado Caixin después de confirmarse que había sido infectado, Li dijo: «Creo que debería haber más de una voz en una sociedad sana, y no veo con buenos ojos que se utilice el poder público para interferir de forma excesiva».
Cinco años después, no ha habido ni una disculpa ni un reconocimiento público para quien lanzó la primera alerta. La ONG Human Rights Watch ha recordado esa frase del doctor Li y denuncia que el Gobierno chino ha amordazado a quienes han intentado informar de la pandemia.